EL ESPEJO

El día del garrote y la unidad nacional

Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Leonardo Núñez González *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

La gente de mi generación tal vez recuerde un capítulo de Los Simpson llamado “El día del garrote”.

En él, Springfield se une en una celebración para matar a golpes a todas las serpientes que encuentran, un frenesí de violencia y unidad liderado por el alcalde al que se une casi todo el pueblo y que sólo puede ser detenido por Bart, Lisa y Barry White cuando revelan que era un pretexto para golpear irlandeses.

Trump ha inaugurado no el día, sino el gobierno del garrote, sólo que en lugar de serpientes, la celebración consiste en lanzar toda la violencia posible contra los migrantes indocumentados. La analogía podría parecer forzada, si no fuera porque el nombre de esta celebración ficticia es una referencia directa a la doctrina del “Gran Garrote” (Big stick diplomacy), que es el nombre que se le da a la estrategia geopolítica del presidente estadounidense Theodore Roosevelt durante los primeros años del siglo XX.

Ésta fue la época en que Estados Unidos comenzó a ver por primera vez fuera de sus fronteras y a relamerse los bigotes, pues fue el inicio del expansionismo imperialista y del intervencionismo en otros países para “proteger” los intereses estadounidenses. Hoy puede parecer difícil de creer, pero hubo una época en que, después de ocupar del Atlántico al Pacífico, los estadounidenses no tenían claro si había nuevos lugares para conquistar o siquiera si querían hacerlo.

El nombre de la estrategia deriva de una frase que Roosevelt usaba continuamente: “Habla con suavidad y carga con un gran garrote, así llegarás muy lejos”, y comenzó a aplicar desde que fue vicepresidente en el año 1900 para negociar y doblegar a cualquier país que se le pusiera en el camino. Para Roosevelt, primero había que intentar una negociación por la buena para tratar de convencer a un país de cederle alguna cosa que los estadounidenses quisieran, como la soberanía de un pedazo de su territorio, pero dejando ver que en caso de decir que no, tenía en la mano un enorme garrote que estaba dispuesto a usar.

Así, por ejemplo, después de intervenir para que Panamá se separara de Colombia, Roosevelt envió directamente buques de guerra para rodear al nuevo país y obligar a que los primeros le entregaran el control del estrecho sobre el que se construiría el canal, mientras que disuadían a Colombia de cualquier intento de retomar el control del territorio perdido.

El uso del garrote terminaba con una feliz festividad al interior de Estados Unidos, pues Roosevelt así intervino lo mismo en Cuba, Venezuela, Filipinas, República Dominicana y una larga lista que sólo creció con los años, pero siempre logró venderle a la opinión pública de su país que estas acciones eran moralmente necesarias y hasta aplaudibles, pues sólo así se podía realizar la Doctrina Monroe y la idea de que ellos tenían el deber de mantener el orden en el hemisferio. Hoy Trump ya no habla suave, como Roosevelt, pero amenaza con el mismo garrote a la región. Nos espanta, y con razón, el caos que ha desatado Trump sobre todos nosotros, pero sabiendo que ésta es la repetición de una estrategia que ya conocemos, tenemos que voltear a la historia para encontrar las claves para enfrentarlo. Yo creo que sí podemos.