La administración Trump lleva apenas unos días de regreso a la Casa Blanca y ya ha patentado una estrategia para “justificar” sus acciones: acusa una serie de amenazas, fundadas en espejismos fabricados a mano, para fundamentar sus acciones y defender sus pretendidos (muchas veces inexistentes) “derechos”.
Bajo la trillada pauta, usada con demasiada ligereza, de la protección de la seguridad nacional, ha amenazado a aliados, roto acuerdos, impuesto aranceles, deportado personas y hasta amagado con el uso de la fuerza en territorio extranjero.
Así ha sido el caso del canal de Panamá, un punto de encuentro entre los océanos Pacífico y Atlántico al centro del continente americano por el que pasan diariamente millones de dólares en mercancía de los más variados orígenes y destinos. Este canal es la arteria principal del comercio intercontinental y fue controlado originalmente por Estados Unidos hasta que Carter se lo regresó a Panamá en los setenta. El acuerdo firmado en ese entonces contemplaba que el canal siempre permanecería neutral y bajo el control del gobierno panameño. Aunque en su momento hubo protestas en EU por esta decisión de Carter, el acuerdo se consideró justo y dejó tranquilas a las partes y a la comunidad internacional. En las siguientes décadas, el Gobierno panameño ha ampliado el canal y se ha destacado por una operación eficiente y pulcra. Sin una queja en el horizonte, Panamá vivía en paz, hasta que regresó Trump.

Magnicharters, de pena
A Trump no le importan realmente las posturas políticas, para él todo es dinero. Así que, por supuesto, el canal de Panamá es la joya de la corona que no puede darse el lujo de perder. En su discurso inaugural, que estuvo lleno de cualquier cantidad de ataques y derivas autoritarias, Panamá recibió un lugar estelar. El republicano amenazó con retomarlo ante el control que afirmó tiene el Gobierno chino de su operación. Sobra decir que desde entonces no se ha ofrecido ningún tipo de evidencia que sustente este espejismo intervencionista.
El Senado de EU organizó una audiencia para tratar el tema en la que no fueron incluidos los panameños. Aun así, ni entre los republicanos lograron sustentar la idea del control chino en el canal. Sin embargo, Marco Rubio llevó las amenazas de Trump a tierras panameñas y el Gobierno local aceptó no renovar un acuerdo que tiene con una empresa con capital chino con operaciones en puertos cercanos al canal. Cediendo esto, Panamá espera que el espejismo sea evidente a la comunidad internacional y al Congreso estadounidense. Mas la administración Trump no entiende de razones ni de diplomacia cuando lo único que la mueve son los intereses comerciales particulares. Panamá seguirá en el ojo del huracán de la avaricia de Trump.

