Aleccionador mensaje de la Casa Blanca para el mundo, el del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, junto con su número dos, acosando al mandatario de Ucrania, Volodímir Zelenski, el pasado viernes 28 de febrero. Ignominia diplomática que queda para el registro histórico. E histérico.
La escena, muy adecuada para el espectáculo y la audiencia de televisión, nos ayuda a comprender la naturaleza del momento y del personaje con el que el planeta y México vamos a lidiar durante los próximos cuatro años.
Para Trump no se trata de países, pueblos ni naciones, la cosa es más burda, se trata de tener o no buenas cartas para hacer negocio. Y si no las tenemos nos callamos. Que la Presidenta nunca vaya a la Oficina Oval para que algún patiño de la prensa local la cuestione sobre el nombre correcto del Golfo de México.

Magnicharters, de pena
En clave porril hay que mirar y estimar las acciones ejecutivas del presidente de Estados Unidos. Hoy sabremos de qué y de a cómo vienen los aranceles. Y en esa lógica, lo que México está dispuesto a hacer. A imponer impuestos a los productos chinos sin más, o a entregar a nuestros abrazables narcos para que allá los ejecuten. O ambas.
Contra el antinepotismo, el 35 de la Constitución. Otro de modos sutiles es un senador que dictó cátedra de política para decir que los deseos presidenciales de erradicar el nepotismo de la vida pública nacional, nomás no le van.
Y para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo, de la 4T. Ningún precepto partidista para el 2027 o para el 2030 puede estar por encima de la Carta Magna, que garantiza el derecho de todo ciudadano mexicano a votar y ser votado.
Ya lo decíamos, eso de que “se vería muy mal” que alguien de Morena busque esa continuidad por estirpe familiar en cargos de elección popular, era una razón por demás endeble, efímera y hasta simpática.
Si algo no les interesa a los duritos de Morena es la estética. La imagen es lo de menos. Lo más, es el poder. Y para más claridad sobre el ADN de buena parte del neomorenismo, unas palabras: “yo no he dicho que voy a ser, ni que no voy a ser, es más, yo no he dicho nada”.
Y cerró como el clásico y moderno tlatoani guinda: “El pueblo decide, él manda”, ya que de él emana el poder, no de un partido. Y aplica para los verdes aliados de Morena en San Luis Potosí. Así la lealtad con su actual líder política en medio de la tormenta.
