A propósito del 49º aniversario del inicio de la última dictadura militar en Argentina (24 de marzo de 1976) y del histórico éxito de Ainda estou aquí en la reciente entrega de los premios de la Academia, presento una —necesariamente breve— selección de potentes películas que han abordado magistralmente el tema de las dictaduras.
Este género en el cine ha sido fundamental para la reflexión y la memoria activa de algunos de los periodos más oscuros en la historia de varios países latinoamericanos.
Empecemos por Argentina, que tiene una prolífica producción fílmica sobre el género. Garage Olimpo (Marco Bechis, 1999) cuenta la aterradora historia de María, una activista que es secuestrada y recluida en uno de los tantos sitios clandestinos de represión y tortura. La película es significativa porque refleja el horror en los sitios de detención (la ESMA, de manera paradigmática) y de la industria criminal por parte del Estado argentino en el secuestro, detención, desaparición y asesinatos masivos, destacando el horror de los “vuelos de la muerte”.

Doble golpe a La Barredora
Por su parte, La historia oficial (Luis Puenzo, 1985) trata de uno de los aspectos más crueles de la dictadura: la de los niños que, nacidos en cautiverio, fueron entregados en adopción. La candidez de una madre termina cuando empieza a sospechar, al entrar en contacto con las abuelas buscadoras de sus nietos y quedar al descubierto la irregular llegada de su hija adoptiva, entregada por el padre, que tiene nexos con el personal del régimen militar. Con ella, Argentina ganó su primer Oscar a mejor película extranjera.
El secreto de sus ojos (Juan José Campanella, 2009) es un insuperable thriller psicológico que sirve para mostrar las distintas violencias e impunidades del personal político de la dictadura, así como para entrelazar historias de lealtad, amor y justicia. Merecedora igualmente del Oscar como mejor película internacional.
Por último, Argentina, 1985 (Santiago Mitre, 2021) se centra en la dramática y titánica tarea emprendida por el juez Julio Strassera para llevar a juicio a las juntas militares responsables de perpetrar el terrorismo de Estado entre 1976 y 1983. Muestra la tenacidad de Strassera y del equipo jurídico que lidera, en un contexto político complejo en los juicios que fueron conocidos como “el Nuremberg argentino”.
Por su parte, Brasil cuenta, entre otras, con Cuatro días en septiembre (Bruno Barreto, 1997), un impecable relato del secuestro del embajador de Estados Unidos, Charles Burke Elbrick, y su liberación a las afueras de un partido jugado en el Maracaná, una estrategia repetida para conseguir la liberación de presos políticos. Y la reciente obra maestra de Walter Salles (2024), Aún estoy aquí, con un potente guion (de Murilo Hauser y Heitor Lorega) que parte de la idílica vida de una numerosa familia bien asentada en Río de Janeiro a principios de los años setenta, en el periodo de la dictadura de Garrastazú Médici. Sin golpes bajos, pero manteniendo al espectador al filo de la butaca, esperando que llegue el horror, la película en su inicio describe pausadamente la tensa cotidianidad política y social de una familia que pretende evadir el inminente peligro del autoritarismo que acecha. Basada en la historia real sobre la detención y muerte de Rubens Pavia, Fernanda Torres —nominada al Oscar a mejor actriz—, en el papel de Eunice Pavia, realiza una convincente y magistral interpretación, contenida y apasionada a la vez. El alma de la película.
