Miles de palestinos en Gaza salieron en masa esta semana a protestar contra la tiranía del grupo terrorista Hamas, acusándolo de traer destrucción y muerte.
Exigieron la liberación de los rehenes israelíes, la firma de un alto al fuego y el fin de su régimen de terror. No se trata de un incidente aislado, sino de decenas de manifestaciones, en su mayoría espontáneas, a lo largo de toda la Franja, desde la ciudad de Gaza en el norte hasta Rafah en el sur. En ellas, numerosos líderes locales hicieron un llamado a poner fin a la dictadura de Hamas.
Éste es, quizás, uno de los acontecimientos más significativos en la guerra de los últimos meses: un signo de la debilidad de Hamas y una muestra de que miles de palestinos están dispuestos a apoyar una alternativa. Estas manifestaciones, por lo tanto, deberían haber acaparado titulares en todo el mundo. Sin embargo, medios, activistas y políticos han guardado silencio, porque estos hechos contradicen la narrativa que han intentado imponer desde el 7 de octubre.
Se les aparece Nemesio
Los grandes “defensores” de la causa palestina en Occidente, como Linda Sarsour, Mehdi Hasan o la congresista Rashida Tlaib, junto con los grupos de “resistencia” en universidades de élite, han tratado de convencer al mundo de que la lucha de Hamas es un acto de resistencia. Hamas ha desviado durante años los fondos destinados a la población palestina para construir su infraestructura terrorista; ha asesinado y reprimido a opositores internos; ha violado, asesinado y secuestrado a civiles; y lanzó un ataque masivo sabiendo que su propia población sufriría las consecuencias, utilizándola después como escudos humanos. A pesar de todo esto, para estos activistas Hamas seguía representando una “resistencia legítima”. Ahora que son los propios palestinos quienes, en masa, denuncian la tiranía del grupo islamista, estos autoproclamados defensores han optado por ignorar sus voces. Lo mismo han hecho varios medios internacionales, en particular Al Jazeera, que intenta presentarse como progresista ante Occidente, pero en realidad es el vocero de Catar, el principal financiador de Hamas.
El silencio también ha prevalecido en el lado israelí, especialmente entre políticos y activistas de derecha. Durante meses —creo yo legítimamente hasta cierto punto— muchos en Israel han preguntado a voces: “Si realmente hay socios para la paz entre los palestinos, si es verdad que no todos son Hamas, ¿por qué nadie se ha levantado contra ellos?”. El régimen de Hamas en Gaza ha sido, en muchos aspectos, similar al de Corea del Norte: ha controlado el sistema educativo, todos los medios de comunicación y la estructura de las mezquitas. Exigir que la gente se subleve, aun cuando corre riesgo su vida, es una demanda a mi parecer injusta. Sin embargo, aquí están: las masas que dijeron que no se levantarían, gritando por la paz en las calles de Gaza.
Para la derecha israelí estas manifestaciones rompen la narrativa de que “no hay con quién hablar”. Y, al igual que sus contrapartes en Columbia y Harvard dentro de la izquierda extrema islamista, han decidido ignorarlas. Para quienes aún conservamos la esperanza de un Medio Oriente distinto, sin embargo, estas imágenes indican que existe otro camino.
