“¿Se define usted como anticapitalista?”, le preguntó la reportera Aude Massiot a la adolescente sueca, en una entrevista con el periódico francés Libération, publicada el 14 de julio del presente. “Tengo mucho cuidado de no utilizar ese tipo de palabras —respondió Greta—. Trato de reportar solamente lo que dice la ciencia. Tener una opinión sobre la cuestión del capitalismo requiere tomar en consideración más aspectos que el clima. Voy a evitarlo”.
Para obtener la entrevista, Massiot debió cumplir una condición: viajar entre París y Estocolmo en tren; es decir, transbordar seis veces y tardar 24 horas en llegar.
Los marxistas reciclados como ecologistas repiten un mantra: “la solución a la crisis climática no pasa por respuestas individuales que alivien nuestra conciencia. ¡Son las trasnacionales, es la economía capitalista!”. Sí, compañeros, pero esa economía depende de consumidores individuales cuya conciencia particular, una vez agregada, puede transformar el sistema. Por eso Greta es vegana, evita los vehículos a gasolina, el aire acondicionado y el consumo frívolo de ropa cuya producción genera grandes cantidades de CO2.
Los científicos calculan que los niveles actuales de consumo de carne en América y Europa son ambientalmente insostenibles. Ya sea que esa cantidad de bisteces se coma en el capitalismo o en el socialismo, es indiferente para la atmósfera. Las refinerías venezolanas no contaminan menos que las texanas.
Ahora bien, Greta va contra el sistema, sin casarse con las recetas de un manual de marxismo. Durante la misma entrevista, la periodista francesa le preguntó: “pero, ¿al menos, usted piensa que hay que cambiar nuestro sistema político y económico?”. Respuesta: “sí. Ningún movimiento político, ninguna ideología, tal y como existen actualmente, conviene, como lo ha mostrado la situación planetaria actual. Necesitamos algo nuevo”, respondió Thunberg.
En el Congreso estadounidense, la valiente adolescente expresó por qué no debemos ideologizar la lucha contra el cambio climático: “no importa cuán político sea el trasfondo de esta crisis, no debemos permitir que esto siga siendo una cuestión partidista. La crisis climática y ecológica está más allá de la política de partidos. Y nuestro principal enemigo en este momento no son nuestros oponentes políticos. Nuestro principal enemigo ahora es la física. Y no podemos negociar con la física”.
La salvación de la humanidad no vendrá solamente de la frugalidad de los ecologistas, sumada a la agroecología de los campesinos tradicionales y los pueblos indígenas; tampoco de un puñado de patentes, propiedad de trasnacionales, que mejoren la eficiencia de las tecnologías alternativas. Para lograr la transición energética y, al mismo tiempo, alimentar a ocho mil millones de humanos (y contando), urgen ambos esfuerzos.
El crecimiento económico no puede ser infinito, pero apostar exclusivamente por el decrecimiento puede significar permanecer atrapados en las actuales economías de carbón y petróleo. Por si no fuera ya un gran reto de la humanidad, la solución a la crisis climática no está ni en releer a Hayek, ni en releer a Marx.