1860, Museo de Louvre, París; los jóvenes estudiantes de arte están frente a las obras de los clásicos, tratando de imitarlos; así eran las clases en ese tiempo. Claude Monet (20 años) está asomado a la ventana pintando lo que puede ver del exterior, desde niño está encantado con la naturaleza.
Creció en Le Havre, pueblo marino, donde tuvo a un mentor: Eugene Boudin, quien le aconsejó mejorar su gran talento con estudios formales, sus profesores lo derivan, pues aprende muy rápido, él quiere pintar la naturaleza.
Su padre, un comerciante, desea que su hijo siga el negocio familiar y está decepcionado por la rebeldía de Monet. El escándalo llega al límite cuando el joven se enamora de su modelo, Camille Doncieux. Le retiran todo el apoyo económico y empieza un largo periodo de falta de dinero. En 1867 nació su primer hijo. Monet escribía a varios de sus amigos: “mi mujer y mi hijo necesitan atenciones médicas que no puedo pagar. Le ruego me envíe algo de dinero”. Su único activo era su genialidad. El mercader Durand-Ruel reconoció su talento y empezó a vender sus cuadros.
En París, en 1874, expuso su obra Impresión sol naciente. Los críticos, burlándose, le llamaron “impresionista” y a él le gustó el nombre, por lo que lo adoptó para su nuevo movimiento. Sin embargo, el nacimiento de su segundo hijo va seguido de la muerte de su esposa, vuelve la depresión y escribe: “me he quedado sin colores, ya no puedo ni trabajar”. Por ese tiempo insistía en suicidarse ahogándose en el río Sena, pero se detuvo por dos razones: sus hijos y seguir comunicando a través de la pintura su forma de ver el mundo. Monet estaba pasando por el duelo de su pérdida y sus depresiones eran reactivas a los eventos externos y a la gran dificultad para sobrevivir que estaba enfrentando. Sus amigos lo ayudaron, especialmente uno de sus mecenas, el señor Hoschedé, quien lo llevó a vivir a su casa para que su esposa, Alice, lo ayudara a cuidar a sus hijos. Años después, al enviudar ella se convertirá en su segunda esposa.
Pero lo que movía la expresión artística de Monet no eran sus estados anímicos; era una necesidad de plasmar en el lienzo la forma en la que él veía el movimiento, el color y los
cambios en la luz.
De acuerdo con el psicólogo de arte Robert Solo (2003), “cada persona tiene al nacer una cierta forma de percibir los estímulos visuales de una manera particular que está conectada con nuestro sistema cerebral sensorio cognitivo”. En esta línea de pensamiento el doctor Eric Kandel, especialista en neurociencias y ganador del Nobel en 2000, enriquece la comprensión de Monet al explicarnos que es un caso especial de percepción visual del entorno, que le permite moverse del arte figurativo al impresionista. Con su obra El desayuno (1865) marca la historia de la pintura, pues en un cuadro lleva al espectador a que vea el movimiento: de la mujer que se acomoda el cabello, de la señora que pone los platos, de los brazos de los caballeros; y lo hace pintando en círculos continuos que permiten a nuestro sistema cerebral captar los movimientos.
El grupo impresionista se consolidó entre 1870 y 1880, a Monet se unieron Renoir, Cézanne, Pissarro, Sisley y Bazille, quienes plasmaban los exteriores enfatizando los cambios de la luz a lo largo del día, usando colores puros, contornos borrosos y aplanamiento de la imagen que son los tres pasos de camino a la abstracción.
Después Monet desarrolló lo que se conoce como Series, que es una misma imagen, en diferentes momentos del día para captar la luz en distintas intensidades; lo hacía trabajando rodeado de varios lienzos a la vez, con la finalidad de lograr el instante preciso.
Cuando su situación financiera mejoró, se mudó a Giverny, población cercana a París, y a partir de 1883 estableció ahí su residencia con Alice, su segunda esposa, y los hijos de ambos. Monet diseñó y trabajó minuciosamente en hacer un jardín tipo japonés, con un puente; cultivó todas las flores que él deseaba ver a su alrededor, especialmente nenúfares.
En 1896, Monet desarrolló cataratas; y en ese contexto pintó 250 obras de lirios acuáticos, paulatinamente sus obras tenían menos detalles, probablemente sumado a su problema visual se añadió su evolución al arte abstracto.
Sus murales no muestran el cielo, sino la infinidad del estanque de lirios y es en estas obras en donde establece otra comunicación con el público, la cual es una mezcla entre ambigüedad y belleza, permitiendo una exploración con nuestro propio mundo interno. Justo este camino de introspección es lo que ha hecho que tenga tanta importancia para trascender.
Murió a los 86 años y está enterrado en la iglesia de Giverny.
En sus palabras: “es a fuerza de observación y reflexión, que uno encuentra un camino”.