La lucha por la trazabilidad ganadera

SECRETO A VOCES

Alberto Banuet A.
Alberto Banuet A. Foto: larazondemexico

Todo necio confunde valor y precio

Antonio Machado (1875-1934)

La trazabilidad es un tema que debe interesar a todos, se define como la serie de procedimientos que permiten seguir el proceso de evolución de un producto en cada una de sus etapas, en nuestro caso hablamos de ganado de todo tipo y aunque suene raro, se incluye ahí a las abejas.

Cuando funcionaba el gobierno, particularmente la Secretaría de Agricultura, se instituyó un programa denominado Siniiga, que significa Sistema Nacional de Identificación Individual de Ganado y es justo para que productores, autoridades y consumidores, conozcamos lugar de nacimiento y nombre del productor, ruta por donde pasaron, qué comieron y en dónde se beneficiaron reses, borregos, cabras y miel antes de llegar a nuestro plato.

No fue una genialidad de la Secretaría, fue una exigencia de la USDA que se empezó a preocupar por la posibilidad de un ataque terrorista a sus fuentes de abastecimiento de alimentos, particularmente de los que venían de México y por eso desarrolló un programa denominado HACCP que significa Hazard Análisis And Critical Control Point.

Las bases del programa norteamericano son 5: monitoreo, verificación, registros, acciones correctivas y revaloración. Ahora adaptado al mexicano se tradujo así de manera oficial.

Es la identificación individual y permanente del ganado para conformar una base de datos que permita orientar acciones integrales que conlleven a elevar los estándares de competitividad de la ganadería mexicana, para el fortalecimiento del control sanitario y de movilización de ganado, del manejo técnico de los hatos, de la genética, de los procesos de comercialización de los productos pecuarios bajo marcas de productores, así como coadyuvar en las acciones de salud pública y del combate del abigeato, entre otros.

La responsabilidad del encargo fue compartida entre autoridades y la hoy CNOG y hasta ahí todo bien. Se inició obsequiando los aretes, explicando a los ganaderos las bondades del programa y regulando hasta llegar al grado de no poder mover o exportar un solo animal si no estaba aretado.

La Secretaría, como estaba proyectado, se retira gradualmente y deja la responsabilidad y operación a la CNOG y a partir de ahí se desatan los demonios, los aretes se empiezan a cobrar, lo que era natural, pero también a bajar de calidad, se inició un gran mercado negro de aretes que supuestamente se usan para introducir ganado de otros países y a la par, inician las dificultades operativas en la estructura ganadera, es decir, en las asociaciones y derivado de esto surgen muchas voces exigiendo la eliminación total y tajante del programa de identificación.

Los promotores, que son muchísimos, argumentan que los costos son muy altos, que el ganado está barato y ese gasto les pega, que los trámites son tardados, que hay gran corrupción en las ventanillas y muchas cosas más en las que posiblemente tengan razón, sin embargo, no proponen una alternativa, mecanismo o esquema que sustituya la inevitable trazabilidad, sin ella, es imposible vender más de un millón de becerros que se van cada año a los Estados Unidos y que sin trazabilidad se quedarían aquí bajando aún más el precio del becerro, anularía la exportación en canal o cortes primarios a países de Asía, el abigeato, de por sí desbordado, aumentaría exponencialmente si no hubiera controles. Quienes promueven la eliminación del arete no entienden que, en esas exportaciones en pie o canal, ellos también participan cuando venden su ganado, aunque no lo sepan.

Establecer el Siniiga ha costado mucho dinero, trabajo y tiempo. Es un buen programa que está muy mal manejado, eliminarlo es inviable por todo lo que conlleva. La solución es ordenarlo, reestructurarlo y darle oxigenación; establecer métodos de control y operación decentes y cambiar de operador. El problema real, de fondo, es que, como también dijo Machado… De 10 cabezas, 9 embisten y una piensa.

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