Para Rubén Puerta, coach de Niki.
En el 2023, Novak Djokovic llegó a 24 títulos de Grand Slam, después de ganar tres de los cuatro Grand Slams, lo cual lo convirtió estadísticamente y de manera indiscutible como el mejor tenista de todos los tiempos (sólo perdió la final de Wimbledon contra Carlos Alcaraz en un dramático partido de cinco sets).
Único en ganar todos los Masters 1000, poseedor del mayor número de semanas como número uno del ranking mundial (415 por 310 de Federer), Djokovic se convirtió en los últimos años en el terror para cualquier oponente que tuviera que enfrentarse con él en un torneo, sobre todo de Grand Slam.
Con un físico envidiable (a nivel elasticidad, rapidez, fuerza, condición física y sin lesiones), así como con una mentalidad ganadora prácticamente única, Novak Djokovic se hizo tan dominante en su deporte, como lo fueron en su momento Michael Jordan, Tiger Woods o el propio Roger Federer de 2004 a 2008.
Con este último retirado y un Nadal prácticamente en las mismas circunstancias que el suizo por las lesiones, Djokovic se convirtió después de casi dos décadas de competir en la ATP en algo que nunca pudo lograr mientras estuvieron en el circuito Federer y Nadal: ser la mayor atracción para cualquier espectador o fanático del buen tenis.
Efectivamente, nunca importó que Djokovic ganara 20 Grand Slams por sólo cinco de Federer de 2010 al 2022 (año del retiro de Federer), o que desde el US Open de 2013 Nadal no haya podido ganarle a Djokovic en cancha dura, el público siguió prefiriendo comprar un boleto para ver a Roger o Rafa en lugar de Novak.
Sin embargo, conforme el serbio rompió prácticamente todos los récords habidos y por haber, los especialistas del tenis empezaron a preguntarse al inicio del 2024 cuál podría ser el límite de Djokovic, y si podría lograr la hazaña de ganar los cuatro Grand Slams, junto con la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de París 2024 (único palmarés que le falta por ganar en todos los rubros y que este año se jugará en las instalaciones de Roland Garros).
Pero esta posible proeza o desafío se rompió desde el primer Grand Slam en Australia, cuando el italiano Jannik Sinner lo derrotó en semifinales, propinándole su primera derrota en once ocasiones que había llegado hasta esta instancia de semifinales o final.
Tres meses después, y luego de una ausencia de cinco años en el Masters 1000 de Indian Wells (torneo que comparte con Federer como el máximo ganador de esta justa), Djokovic llegó como número uno del ranking mundial y en el papel que siempre soñó de máxima atracción para los organizadores del torneo.
Pero el gusto le duró poco al serbio cuando en su primer partido fue derrotado por un adolescente y completo desconocido llamado Luca Nardi, de tan sólo 20 años y número 123 del ranking mundial. Nardi pudo acceder al torneo sólo porque un jugador del cuadro principal se retiró instantes antes de su primer partido por lesión. De esta forma, el tenista italiano, que tampoco había podido acceder a Indian Wells en el torneo de calificación, pudo jugar por primera vez en su vida un Masters 1000.
Esto es, cuando se enfrentaron en la segunda ronda Luca Nardi y Novak Djokovic en Indian Wells, Nardi tenía una sola victoria en Masters 1000 contra las 400 de Djokovic (segundo lugar de todos los tiempos sólo por debajo de las 406 de Rafael Nadal).
En el análisis muchos dirán que fue un mal día para el serbio, o que Luca Nardi jugó el partido de su vida. En lo personal podría considerar que el tenis ya llegó a un nivel de fuerza y rapidez tan demandante que hasta un fenómeno como Novak Djokovic ya empezó a resentir, a sus 36 años, el enfrentarse a atletas quince años más jóvenes que tienen el mismo deseo y hambre de triunfo que él tuvo en sus inicios.
Todavía el año pasado con el puro respeto o temor que le tenían a Novak, muchos jugadores entraron a la cancha prácticamente derrotados. Sin embargo, la victoria de Jannik Sinner en el Open de Australia mandó un primer mensaje de que Djokovic seguía siendo el número uno del mundo, pero ya no era invencible.
Y a partir de la victoria de Luca Nardi sobre Novak en Indian Wells, el nuevo mensaje es que no tienes que ser el futuro número uno del mundo para poder derrotar a Djokovic (como se dice de Jannik Sinner), sino que cualquier tenista que lo enfrente sabe que hasta la más mínima posibilidad es una posibilidad y que si la llegan a concretar, esa victoria puede representar su pasaporte del mundo de los desconocidos a la fama inmediata, con todo lo que eso representa para una promesa como son mejores patrocinios o wild cards para torneos importantes.
Cuando Alcaraz derrotó a Djokovic en la final de Wimbledon dijo que lo había hecho por él y no por toda su generación, una declaración para mi desafortunada. Hoy creo que las derrotas de Novak de este año, no representan el inicio de su ocaso, pero sí marcaron ya el final de su periodo de dominio absoluto. Seguirá ganando sí, pero ya no todo como nos tenía acostumbrados.
Y como última reflexión me atrevería a decir lo siguiente: Djokovic seguirá siendo la mayor atracción por su papel como leyenda viviente del tenis; sin embargo, Sinner y Alcaraz vinieron a sustituir a Federer y a Nadal en el cariño del público, por lo que Novak después de casi un cuarto de siglo de ser profesional se podrá retirar del tenis siendo tal vez el más admirado tenísticamente, pero nunca el más querido. Así de fácil.