Antonio Fernández Fernández

La aplicación de la ley es la mejor arma contra la violencia

ANTINOMIAS

Antonio Fernández Fernández*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Antonio Fernández Fernández
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Donde hay poca justicia es un peligro tener razón”

Francisco de Quevedo

L a ley surge como una forma de detener la injusticia que cometía el más fuerte contra el más débil; es una forma de equilibrar las diferencias entre las personas, y dar a cada quien lo que le corresponde, de una manera imparcial y objetiva, como lo haría un buen padre de familia.

Las leyes se desarrollaron con el nacimiento de la escritura, pero muchos estudios señalan que la ley surge al mismo tiempo que el hombre primitivo se organiza y se vuelve sedentario, pues con ello surgen las primeras formas de propiedad privada y de familia, donde se producen formas de gobierno, y con ello el líder, tenía la función de impartir justicia con la sabiduría de un buen padre.

La propiedad privada desarrolla la creación de leyes, aun antes de que sean creadas las primeras leyes escritas, había normas básicas que se transmitían de forma oral. Las primeras noticias que se tienen de leyes escritas, aparecen en el llamado Libro de los Muertos, en el tercer milenio antes de Cristo, en Egipto, donde se describe el tribunal de Osiris, haciendo referencia a que no se debe calumniar a ninguna persona.

Se conoce que en Mesopotamia se creó el código llamado Urukagina, en el año 2350 a.C., donde se contienen las primeras recopilaciones de normas; fue hasta el año de 2050, con el código de Ur-Nammu, donde se contemplan las primeras normas jurídicas y el establecimiento de jueces especializados en la aplicación de la ley, bajo un juramento de aplicación leal de la ley, y con la facultad de señalar culpables y el establecer castigos e indemnizaciones contra los daños causados.

Sin embargo, el código más famoso de la historia antigua, es el código de Hamurabi, en el año 1700 a.C., con su famosa Ley del Talión, como una forma extrema de reprimir la violencia y la venganza sucesiva, con el llamado “ojo por ojo”, con dicha disposición la familia de la víctima se sentía satisfecha con el castigo impuesto al culpable.

Desde la creación de las primeras leyes, éstas a lo largo de la historia han tenido infinidad de críticos de ellas y así como de los impartidores de justicia, se les ha acusado de ser imparciales, ineficaces, por ello se han creado una gran cantidad de leyes en todos los tiempos, en todos los países y en todos los sistemas políticos, y hasta ahora no hay otra forma de hacer justicia ante la violencia y las injusticias, que las leyes y los tribunales.

Diversos estudios han señalado que no hay una mejor forma de bajar los índices de violencia que la aplicación de la ley, cuando la población percibe que su aplicación es estricta y justa, es más respetada y temidas sus sentencias, los mismos delincuentes se limitan en sus actos de violencia; todo lo contrario sucede cuando se percibe que la impartición de justicia está pervertida, es ineficaz, o simplemente no se aplica.

En nuestro país, donde impera la falta de impartición de justicia, donde la corrupción es parte del sistema judicial, donde los delincuentes son cada vez más violentos, más poderosos y más temidos, no puede aplicarse la ley ni los jueces pueden sentenciar libremente ante el temor de las represalias de los delincuentes, no hay mejor solución que regresar a lo básico, aplicar la ley, porque la ley es la ley, los tribunales y los jueces deben tener condiciones para poder libremente aplicar la ley, sin ello, no puede haber Estado de derecho.