Antonio Fernández Fernández

Mis días con Covid y la responsabilidad del Estado

ANTINOMIAS

Antonio Fernández Fernández
Antonio Fernández Fernández
Por:

“No se puede escapar de la responsabilidad del mañana evadiéndola hoy”

Abraham Lincoln 

Como muchas personas nunca pensé que me llegara a contagiar de Covid, pero si llegara a suceder, por mi edad, buena condición física y una vida saludable (eso creía), además de no ser hipertenso ni obeso, seguramente sería asintomático y lo pasaría como muchas otras personas, que no sufrieron ningún síntoma, más allá de perder el olfato por unos días.

Hasta que un día desperté con un dolor de cuerpo impresionante, principalmente me dolían las piernas como si hubiera corrido un maratón sumado a un malestar parecido al de una cruda de tres días. Primero pensé que era una fuerte gripa, que seguramente pasaría pronto, pero no fue así, sino por el contrario, fueron aumentando mis malestares, con la llegada de sudoración y escalofríos muy largos; al segundo día me sorprendió la idea de que podía estar contagiado de Covid, ya que de pronto al recoger las heces de mi perro me di cuenta que había perdido el olfato.

Al tercer día solicité una prueba PCR de Covid, la cual fue muy molesta, pues al tomar la muestra por uno de los orificios de la nariz sentí que me iban a perforar el cerebro, pero no había de otra, así que de lo más asustado y todavía con la esperanza de que saliera negativa esperé el resultado, el cual al día siguiente me confirmó que efectivamente tenía Covid.

A partir de ahí la doctora que me atendió me recetó rápidamente, pues me comentó que íbamos retrasados tres días, Diprospan, Ivermectina, Azitromicina, Tylex; posteriormente, ante el dolor de cabeza que no cesaba, Motrin Retard, además de tener que monitorear mi oxigenación tres veces al día, esperando que no bajara de 94 por ciento, ya que de ser así tendría que ir a tomar una radiografía de los pulmones, por ello cada vez que tomaba la oxigenación sudaba de pensar en tener que ir a un hospital.

Lo peor de todo no son los malestares, son las noches de insomnio en las cuales, al estar aislado no tenía con quien platicar mis más profundos temores, como el imaginar el tener que llegar a un hospital y ser intubado, ese temor era recurrente y terrible, porque aunque mi oxigenación seguía en buen nivel, el insomnio sacaba mis peores miedos, morir dejando muchas cosas pendientes, mis planes de vida se desvanecían cada noche, esto es lo peor que puede producir en las personas este maldito virus.

Dentro de mis noches de insomnio, también pensaba que podría llegar al hospital y no encontrar un lugar, lo cual era peor todavía que ser intubado, el pensar que no hubiera camas sí era el fin de todo, por lo que como todo abogado, empecé a investigar quién sería el responsable de ello, recordando que nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en el párrafo cuarto del artículo cuarto consagra como un derecho fundamental el derecho a la salud, la cual debe estar garantizada por el Estado mexicano.

En esas noches de insomnio me veía demandando, por responsabilidad civil y daño moral al Gobierno del Presidente AMLO por no poder garantizarme el derecho a una cama en un hospital, teniendo que indemnizarme a mí o a mi familia, por el daño producido, desde las secuelas por el Covid hasta por la muerte, pero afortunadamente no tuve que llegar al hospital, y ya estoy plenamente recuperado, pero ahí queda todavía la responsabilidad del Gobierno mexicano para con todos aquellos que no son atendidos a tiempo o no encuentran una cama disponible.

Después de todo lo que hemos vivido tenemos que evaluar cuánto daño nos han causado las muertes por Covid, cuántos padres de familia han dejado a sus hijos huérfanos, sin un padre, y además sin un proveedor que les garantice los ingresos necesarios para vivir de acuerdo a su nivel de vida y sobre todo el acceso a la educación que esperaban; cuántas familias destrozadas y sin recursos para seguir adelante. El Covid nos ha quitado casi todo, sobre todo a los que lo hemos padecido; sin embargo, me resulta absurdo que todavía haya personas y gobiernos que se comportan como si no existiera, es de locura observar esas conductas de negación absoluta. Por otro lado, también nos ha proporcionado un reencuentro con nosotros mismos y nos ha enseñado cómo es el día a día de nuestras familias, de las cuales no sabíamos muchas veces cómo vivían, ya que por los largos horarios de trabajo desconocíamos su forma de vida.

Al final de toda esta etapa llegará el corte de caja, el ajuste de cuentas, tanto de los gobiernos como de nuestras propias vidas, tendremos que evaluar nuestras pérdidas, muchas irreparables, pero también lo que hemos aprendido para mejorar nuestras relaciones familiares y, sin duda alguna, seremos personas renovadas, habremos aprendido una dura lección.