La famosa frase “prohibido prohibir” surgió en el movimiento de mayo de 1968, en París, Francia, en contra del la Quinta República, gobernada por el general Charles de Gaulle. En una Francia con un gobierno casi dictatorial, donde no existía la libertad de prensa, con un único canal público de televisión donde controlaban toda la información, la revuelta fue todo un movimiento social trascendental para abrir un poco el sistema político, no así el sistema económico.
Al igual que la frase de “prohibido prohibir”, existieron otras más, como: “la imaginación toma el poder”, “las paredes tienen orejas, las orejas tienen paredes”, todas ellas antisistema, y no obstante después de que terminara el movimiento del 68, en las siguientes elecciones ganó la derecha francesa liderada por De Gaulle.
Sin embargo, el famoso movimiento sólo generó en el momento pequeños cambios jurídicos y sociales, pero lo más importante fue que los gobiernos se dieron cuenta del poder que pueden adquirir los movimientos sociales, y que al final tienen que ceder ante ciertas demandas de la sociedad, para mantener el orden.
La paradoja de la frase “prohibido prohibir” es una trampa, pues en ella misma se encierra su prohibición, lo que es un absurdo total. En el razonamiento lógico-jurídico es una cuestión irrealizable y autodestructiva, por ello lo mejor sería señalar que la libertad es el bien jurídico máximo, y que por encima de ella no puede existir nada, siempre y cuando esa libertad no atente contra las demás personas.
Ante la frase que el Presidente AMLO ha tomado como bandera resulta un juego de palabras y nada más, por que en todo gobierno que se digne de tener un Estado de derecho, lo primero que tiene que hacer es respetar las leyes, y a partir de ahí otorgar las libertades consagradas en la Constitución Política, y de ahí hacia todas las leyes secundarias, las cuales siempre establecen derechos y obligaciones (prohibiciones) que debemos cumplir.
La cuestión es que el propio gobierno no puede señalar que está prohibido prohibir porque atenta contra su función, que es el gobernar, el brindar seguridad, y en todo caso aplicar la ley, porque las leyes están llenas de prohibiciones, como el prohibir privar de la vida a una persona, prohibido robar, prohibido defraudar, prohibido violar, etcétera.
La construcción del derecho se funda en la regulación de las relaciones sociales, en el cumplimiento de las normas prohibitivas (Kelsen), las cuales para que sean perfectas y sean respetadas deben llevar aparejada una sanción, de lo contrario nadie las respetaría y serían imperfectas.
México es un país con una gran cantidad de leyes y normas prohibitivas, que si se cumplieran viviríamos en un mayor Estado de derecho, pero el problema es que nuestros órganos de justicia no aplican las leyes y el índice de impunidad es altísimo, frente a ello, nuestro Presidente debería de mejor decir que se aplique el derecho y con ello fomentaría la impartición de justicia.