El mes que durará un sexenio

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Antonio Michel Guardiola*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. 
Antonio Michel Guardiola
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
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El 1 de septiembre marcará el inicio del último mes de López Obrador como Presidente, pero será el mes más importante del sexenio.

Tras la decisión irracional del INE, la alianza de Morena tendrá el control del Congreso, con lo que AMLO podrá hacer los cambios que desee sin resistencia. Podrá vengarse del Poder Judicial, blindar la continuidad de Morena en el poder y grabar su legado en la Constitución. El riesgo es que prevalezcan ambiciones políticas sobre democracia. Este mes enmarcará la huella de un sexenio y pavimentará el camino sobre el que marchará el siguiente, con el riesgo de dejar baches.

Con una aprobación del 73% (de acuerdo con las últimas encuestas) y el mismo porcentaje de presencia en el Congreso, AMLO reta públicamente en una mañanera a los 5 empresarios más importantes a dar su opinión sobre la representación de Morena en el Congreso, sutilmente mostrando que los diez primeros en la lista han crecido sustancialmente sus riquezas en este sexenio, en gran parte por las concesiones que les ha otorgado el gobierno.

El primer punto en la agenda es la Reforma al Poder Judicial. Ni las preocupaciones externadas por los gobiernos de EU y Canadá —nuestros principales socios comerciales— ni los posicionamientos emitidos por las principales cúpulas empresariales y organizaciones de la sociedad civil han disuadido al mandatario de continuar con una iniciativa que no solamente puede limitar al Poder Judicial, sino que repercutirá en la preparación, el profesionalismo y la imparcialidad de los nombramientos de quienes velan por la justicia y defienden a los afectados, además de implicar un monto considerable de recursos públicos.

Sin importar que los trabajadores del Poder Judicial estén en huelga ni que nuestro principal acuerdo comercial, cuya revisión será en dos años, pueda peligrar, se ignorará cualquier crítica y obstáculo para concentrar el poder en el Ejecutivo y el Legislativo, los dos poderes que a partir de septiembre controlarán Morena y sus aliados, en menoscabo de un retroceso que esto implicará para el progreso incipiente en la democratización del país.

Enmarcar los programas sociales y el incremento del salario mínimo cimentarán los logros que el gobierno presume, sin pensar en las repercusiones que puedan tener para las finanzas públicas y la economía.

Claudia Sheinbaum deberá lidiar con un escenario mucho más adverso que el que deja AMLO. Bastará referirse a la opinión pública que había previo a las elecciones, sobre una economía estable y un proceso democrático que puso a la primera presidenta del país, para contrastar con las notas que pululan ahora, alusivas a una macroeconomía fragmentada, un desequilibrio de poderes y una centralización del poder en un solo partido, para entender el peligro del mes que viene.

La espada de Damocles apunta a Morena, “ya que un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Deberán entender que el camino que se trace en este mes, mientras más llano sea, será más fácil que otros caminen donde el próximo gobierno eventualmente pudiera tropezar.