El reflejo del sur Vol. 2

ARISTAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El triunfo de Javier Milei, de ultraderecha, en las elecciones presidenciales de Argentina invita a reflexionar las implicaciones para México.

Con un López Obrador que simpatiza con el actual gobierno de Alberto Fernández, y una candidata de oposición, Xóchitl Gálvez, que ya celebró el “fin del mal gobierno”. Las alternancias políticas latinoamericanas suelen tener eco. Primero hay que entender qué trajo el cambio en Argentina y si eso es replicable en México. 

El gobierno de Fernández gastó millones de dólares en programas sociales, propiciando el clientelismo. También tiñó sus narrativas de retórica, ataques y culpas a los gobiernos anteriores, como blindaje ante cualquier fracaso, como lo hacen otros gobiernos populistas. Sin embargo, la hiperinflación, el desempleo y los estragos socioeconómicos decepcionaron a quien creyó en ellos. El otorgamiento de beneficios dio oxígeno al candidato de izquierda, pero no fue suficiente para evitar el sofocamiento económico. No hay discurso que se anteponga a los gritos de desesperanza.

Al analizarlo desde la óptica regional, los expresidentes derechistas de México, Colombia, Brasil, EU y Argentina, aplaudieron el cambio de mando. Por otro lado, los mandatarios actuales con un tinte izquierdoso como Petro, de Colombia; Boric, de Chile, y Da Silva, de Brasil, lamentaron la llegada de la derecha. La tendencia pendular en los cambios de gobierno en todo el continente señala que, ante el fracaso de las políticas populistas de izquierda, la salida es voltear hacia quien prometa algo distinto, sin importar que el destino sea el mismo punto de partida.

Lo que ocurrió en Argentina sirve como precursor para países como EU, donde el gobierno de Biden carece de la contundencia, los resultados y el legado para defenderse de la revancha de Trump. También para México, el cual deberá decidir si permanece con el linaje de AMLO o si confía de nuevo en sus antecesores. En este caso, primero hay que garantizar que la alternancia sea posible.

Milei pudo coronarse sin problemas gracias a la prevalencia de las instituciones. Sin vacilar, Fernández y el candidato de su partido, Sergio Massa, reconocieron el triunfo de Milei, aun cuando en la ronda anterior Massa surgió como delantero. De igual forma, al no arrasar en todo, Milei tendrá que moderarse y negociar con la oposición para alcanzar consensos.

En México ni siquiera se ha hecho valer la ley para que las candidaturas respeten los tiempos y procesos electorales. El INE no ha reaccionado ante las violaciones que han cometido el Presidente y su partido. AMLO dedica una parte de sus conferencias a hacer campaña electoral y desacreditar a la oposición. Hay una disparidad significativa en los recursos que tienen cada partido para operar.

Otra diferencia importante respecto de Argentina es que en México aún no se ha derrumbado la magia del populismo. Es insostenible el ritmo de gasto de fondos para mantener los megaproyectos de infraestructura y los programas sociales, pero eso es imperceptible para quienes lo apoyan.

No obstante, todo líder debe tener presente que la ola ideológica eventualmente llega; si planean sobrevivir, hay que anticiparse al cambio de marea.