El revolucionario más radical se convertirá
en un conservador el día después de la revolución
Hanna Arendt
La sociedad civil es parte importante de nuestra convivencia moderna. El lugar donde las actividades que construyen Bien Común se muestran públicamente, en contraposición al poder del Estado y del Mercado.
Su núcleo lo constituyen asociaciones voluntarias, sean estas iglesias, asociaciones culturales y académicas, sindicatos, medios independientes, clubs de debate, iniciativas comunitarias y grupos informales de vecinos.
En el último medio siglo, la sociedad civil se convirtió en símbolo aglutinador de quienes se defendían contra el poder arbitrario. La popularización del término ocurrió mientras grupos interconectados resistían a los regímenes postotalitarios comunistas y las dictaduras militares derechistas en la Guerra Fría. La sociedad civil devino en un sitio de la resistencia no violenta al poder total del Estado.
La sociedad civil tiene diversas posibilidades de expansión, en dependencia del tipo de régimen político que le cobije. En ese sentido, los regímenes posrevolucionarios son particularmente restrictivos para la emergencia y consolidación de asociaciones autónomas. Porque las revoluciones parecen promover la restauración de una libertad orientada a la participación en el espacio público1. Pero varios de los regímenes autoritarios más longevos del pasado siglo nacieron tras una revolución violenta: la URSS y China, Irán y Vietnam, México y Cuba.
Un cambio revolucionario implanta legados que potencian la durabilidad del orden naciente. Destruye los centros de poder independientes, emergiendo partidos gobernantes cohesionados que, enseguida, instauran poderosos aparatos coercitivos. A diferencia de dictaduras conservadoras —ocupadas en controlar y reprimir ex post la sociedad civil— los autoritarismos revolucionarios procuran cooptar y desnaturalizar ex ante la iniciativa ciudadana.
Como explicó la historiadora Anne Applebaum, la ruta y estrategia hacia el control autoritario de una sociedad no supone el dominio inmediato ni permanente de cada factor de poder, comunicación y producción2, pero sí la neutralización planificada de aquellos espacios donde la gente se encuentra por voluntad propia. Espacios, lenguajes y acciones mediante los cuales recuperan las ideas de comunidad, individualidad y libertad. Es preciso que las personas sean orilladas al aislamiento, la impotencia y la pérdida de referentes, para someterlos, política y psicológicamente.
En la última década, el ascenso global del autoritarismo ha venido menos por revoluciones y más por movimientos populistas que ascienden al poder por la vía electoral. Éstos, al tener una legitimidad democrática de origen, buscan construir una falaz épica radical. La cual a menudo niega las mismas instituciones, derechos y sujetos que pavimentaron y acompañaron el triunfo populista, ante la crisis de las viejas élites oligarquizadas y el desencanto popular.
Cuando los populistas nos dicen que la sociedad civil es un agente desestabilizador, vale la pena repasar su desempeño. En particular al transparentar los errores y abusos de todos los gobiernos. Al promover y canalizar los derechos de la ciudadanía. Sin distingos ideológicos.
En Latinoamérica, las mismas organizaciones —Amnistía Internacional, Human Rigths Watch, etc— han condenado la violencia contra manifestantes en Colombia y Venezuela, en EU y Cuba. En México, Cemda ha puesto en la mira pública la ampliación del puerto de Veracruz y Dos Bocas. Artículo19 ha denunciado los problemas de la libertad de expresión y la violencia contra periodistas. Mexicanos contra la Corrupción sacó a la luz la Estafa Maestra y las compras públicas sin licitación en Pemex.
En todo caso, la incoherencia no reside en los activistas que, hoy como ayer, desarrollan su labor civil, sino en quienes olvidan, desde el poder, que el derecho a tener derechos —el mismo que enarbolaban cuando eran opositores— pasa por el ejercicio plural, irrestricto y protegido de la acción y reflexión públicas.
1 Hanna Arendt, On Revolution. Penguins Books, 1990.
2 Anne Applebaum, El telón de acero. La destrucción de Europa del Este 1944-1956, Debate, 2014.