Un nuevo enfoque

DISTOPÍA CRIOLLA

Armando Chaguaceda
Armando Chaguaceda Foto: larazondemexico

La administración Trump, en su nefasto legado político, combinó xenofobia y aislacionismo. En la cuerda del populismo de derechas, consideró a nuestros connacionales una amenaza migratoria, descalificándoles con los peores epítetos. Asimismo, asignó a México el rol de protector de la frontera sur. Ignorando los problemas que generan —en un continente desigualmente integrado bajo la globalización neoliberal— las imparables oleadas de migrantes centroamericanos.

La administración Biden parece dar un giro a este antecedente. Comenzando por la respuesta a la pandemia, que afecta a las naciones, grupos y personas más empobrecidos del orbe. Anunció que donará, para fines de este mes, 80 millones de dosis de vacunas. De ellas enviará 25 millones a países con altas tasas de contagio y muerte; incluidos 6 millones a Brasil, Colombia y México. En su selección, el Gobierno demócrata privilegió países que vacunan a sus trabajadores de la salud. Aproximadamente 7 millones se enviarán a Asia y casi 5 millones a África.

Mención especial merece el apoyo a las poblaciones de la Franja de Gaza, afectadas por la pandemia, el hacinamiento y el conflicto, así como a los trabajadores de Naciones Unidas. Adicionalmente, Washington canalizará el grueso de éstas a través de Covax, la plataforma internacional creada para dotar a países vulnerables con el medicamento. Biden enfatizó su renuncia al uso de las vacunas como mecanismo de influencia política, alentando la liberación de patentes para su producción en gran escala y sin ánimos de lucro.

Casi simultáneamente, el presidente informó de un incremento del apoyo estadounidense a instituciones, organizaciones civiles y periodistas independientes, con el objetivo de mejorar la gobernanza. Estos apoyos llegan hoy a numerosos países, en los cinco continentes, con gobiernos de diferente signo ideológico. Biden justificó que la corrupción es una amenaza en su país, pues vulnera la equidad económica y los esfuerzos contra la pobreza y en pro del desarrollo democrático. Al respecto señaló que “ayudar y fortalecer la capacidad de las autoridades e instituciones nacionales —incluidas las estatales y locales—, así como de los gobiernos asociados y otros gobiernos extranjeros en todos los niveles, para implementar medidas de transparencia, supervisión y rendición de cuentas que contrarresten la corrupción y brinden a sus ciudadanos con información accesible y utilizable sobre programas, políticas y gastos gubernamentales”.

Si en un momento de crisis planetaria, Washington opta por impulsar la cooperación combinando criterios de ayuda al desarrollo, combate a la pandemia y empoderamiento de los actores democráticos, es una buena noticia. Porque el mundo es una aldea, conectada por imperativos de realpolitik, donde algunos inquilinos tienen más poder que otros. Las grandes potencias, en particular, suelen perseguir sus intereses, con medios más o menos amables. Y todas poseen, por su propio peso geopolítico, económico y militar, un status imperial.

La distinción reside en el tipo de régimen político —democracia o autocracia—, modelo económico —capitalismo liberal o de Estado— y orden social —sociedad cerrada o abierta— que cada Imperio cobije. Algunos Imperios conviven con ideas, instituciones y procederes republicanos. Para la gente común, ninguneada por los poderosos de siempre, ello puede hacer una vital diferencia.

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