La sociedad civil global: entre la pandemia y la represión

DISTOPÍA CRIOLLA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

La red CIVICUS es la mayor alianza de organizaciones civiles del orbe. Abarca, en todas las regiones del mundo, una multiplicidad de agendas y conflictos, relacionados con la incidencia autónoma de la ciudadanía organizada. Dentro de la red, el CIVICUS Monitor proporciona un seguimiento completo de las condiciones de la sociedad civil en cada país, así como de su evolución a lo largo del tiempo. Enfocándose, para ello, en el respeto de las libertades de asociación, reunión pacífica y expresión; mismas que definen el espacio cívico.

En particular, CIVICUS Monitor evalúa el estado de los espacios cívicos de 196 países. Éstos se clasifican en una serie de gradaciones —abierto, estrecho, obstruido, represivo y cerrado— que van desde lo más democrático a lo más autoritario. Dichos criterios se construyen según una metodología que combina varias fuentes de información sobre las libertades.

Lo que nos dice el último informe de CIVICUS es que, a nivel global, las condiciones del espacio cívico se deterioran1. En 2020, 87% de la población mundial vivió en países clasificados como cerrados, represivos u obstruidos. En 2019 era 82%. Desde ese año, la tendencia general ha sido la regresión continua: más países han descendido a las categorías de obstruido y represivo; en pocos han mejorado las condiciones. Hoy tenemos 23 países con espacio cívico cerrado —entre ellos, en nuestro continente, Cuba— 44 con espacio represivo y 47 con espacio obstruido; en cambio, sólo 40 lo tienen estrecho y 42, abierto.

El entorno de pandemia ha reforzado, simultáneamente, el control gubernamental y las demandas ciudadanas. A pesar de la pandemia, los reclamos por derechos vulnerados sacaron en todo el mundo a la calle a quienes exigían cambios socioeconómicos y políticos. En 2020, las movilizaciones continuaron, usando formas creativas como protestas online, con uso de máscaras y distanciamiento social. La ciudadanía resiste y se reinventa.

En lugar de abordar los reclamos de la gente, los gobiernos de todo el mundo —con las variaciones de cada contexto— muestran una tendencia a limitar los derechos y aumentar la represión. Durante los momentos más álgidos de la pandemia —que en algunos países aún permanecen— la principal táctica para disuadir y castigar a manifestantes detectada por CIVICUS fue la detención. Lo que a menudo significa, paradójicamente, sacar a personas de espacios públicos abiertos y encerrarlas en prisiones hacinadas y sin condiciones sanitarias. No pocos activistas han enfermado y hasta muerto de coronavirus, precisamente en medio de su encarcelamiento. Junto con los encarcelamientos ha aumentado también la censura a medios, la persecución a periodistas y defensores de derechos humanos.

Sin embargo, la sociedad civil trabaja y opera en ese entorno crecientemente hostil. Quizá nada sintetice mejor la respuesta de quienes, pese a todo, desafían la negación de su derecho a tener derechos, que Alexéi Navalny. El opositor ruso, preso tras regresar a su país luego de sobrevivir un intento de envenenamiento con móviles políticos, dedicó hace poco unas palabras a quienes defienden, valerosamente, el futuro de la sociedad civil y la democracia en su país. Ante la pregunta de un periodista, relativa al destino de su movimiento bajo la actual ola represiva, Navalny señaló: “Haremos lo que hace toda la vida en el planeta Tierra. Sobrevive, evoluciona, cambia y hazte más fuerte (…) No tengo ninguna duda en nuestras redes y líderes regionales: son personas increíblemente valientes, inteligentes y con principios. De una forma u otra, son ellos quienes han emergido y sobrevivido bajo presión, quienes determinarán en gran medida la política en las próximas décadas. Mientras tanto, buscamos formas de evolución y nuevas formas de trabajo (…) las encontraremos y nos volveremos más fuertes”2.

La condición humana se basa, allende necesidades primarias —salud, alimento, seguridad y techo— en la posibilidad de rehacer, de forma personal y conjunta, nuestro destino. A diferencia de otras especies, somos animales capaces de decidir, de modo racional y voluntario, las reglas que definirán nuestra convivencia en este mundo. No estamos condenados a someternos al más fuerte, a abusar del débil, a ignorar nuestros sueños de justicia y libertad. Los millones de almas valientes de la sociedad civil global —en Venezuela y Nigeria, El Salvador y Myanmar, Afganistán y Hungría— hacen hoy realidad, con sus ideas y sus actos, la promesa activa de dignidad humana.

1 Ver “El poder ciudadano bajo ataque”, https://civicus.contentfiles.net/media/assets/file/Informe2020ES.pdf

2 Ver Alexey Navalny: “El régimen de Putin es un accidente histórico, no una ley” en https://www.hypermediamagazine.com/entrevistas/alexey-navalny-entrevista/