Arturo Damm Arnal

Adam Smith (5/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El mercantilismo, vigente en tiempos de Adam Smith, parte de dos creencias falsas. (I) Que conviene exportar, y recibir dinero a cambio de mercancías, no importar, y dar dinero a cambio de las mismas, ya que, si el dinero es riqueza, y lo recibo, me enriquezco, pero si lo doy me empobrezco. (II) Que el comercio internacional es un juego de suma cero, de tal manera que, la ganancia de un país es la pérdida del otro. Gana el que exporta, porque recibe dinero y se enriquece. Pierde el que importa, porque da dinero y se empobrece. ¿Conclusión? Hay que incentivar exportaciones y desincentivar importaciones.

El comercio internacional no es comercio entre naciones, sino entre personas de distinta nacionalidad, lo que no modifica los principios del intercambio entre compradores y vendedores, que es un juego de suma positiva, cuyo resultado es un bien común. Bien, porque ambas partes GANAN. Común, porque AMBAS partes ganan. Ello es así porque cada una valora más lo que recibe que lo que da, y lo mismo da que sean personas de la misma nacionalidad (comercio intranacional), o de distinta (comercio internacional).

En el comercio, intranacional o internacional, no hay perdedores, solo ganadores, y si el gobierno lo limita o prohíbe, lo que sucede sobre todo con el internacional, reduce las posibilidades de mayor bienestar para todos los involucrados, lo cual, dado que el fin de la economía es el mayor bienestar posible, resulta antieconómico, como claramente lo vio Smith, quien refutó al mercantilismo.

“En cualquier país –escribe Smith– el interés de la mayor parte de la gente es y debe ser el comprar todo lo que necesitan a aquellos que lo venden más barato. Esto es tan evidente que parece ridículo molestarse en demostrarlo, y jamás habría sido puesto en cuestión si no fuera porque la sofistería interesada de los mercaderes y fabricantes confundió el sentido común de las personas. En este sentido, su interés es directamente opuesto al de la mayoría (…), el interés de los comerciantes e industriales de cualquier país es asegurarse el monopolio del mercado nacional”. (pp. 564, 565), para lo cual pueden pedir, y recibir, la protección del gobierno, que puede limitar o prohibir las importaciones, garantizándoles a industriales y comerciantes el mercado nacional para ellos solos, sin la participación de las importaciones, petición apoyada en la falsa creencia, propia del mercantilismo, de que lo importante es exportar (recibir dinero, que es riqueza, a cambio de vender), no importar (pagar dinero, que es riqueza, a cambio de comprar).

Dice Smith: “Cada ciudad y país, en la medida en que abrió sus puertos a todo el mundo se enriqueció en lugar de arruinarse por el libre comercio, tal como los principios del sistema mercantil pronosticaba…” (p. 567), tal y como lo pronostican hoy los neomercantilistas, al grito de “Sí al producto nacional, no al importado”, lo cual, si el importado puede ofrecerse a menor precio que el nacional, es antieconómico, contrario al fin de la economía, que es lograr el mayor bienestar posible, y, si no, el producto importado dejará de importarse porque dejará de comprarse.

Así el primer análisis en torno al título del libro de Smith, Una investigación sobre de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, libro que contiene principios universales, que conviene no olvidar.