(Des)confianza empresarial

PESOS Y CONTRAPESOS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En 2018, antes de la 4T, la economía mexicana creció 2.22 por ciento.

En 2019, año del inicio de la recesión, consecuencia del efecto 4T, decreció 0.28. En 2020, año del agravamiento de la recesión, consecuencia de la convergencia del efecto 4T con el efecto Covid, decreció 8.50. En 2021, año del efecto rebote, que inició a partir del segundo semestre de 2020, creció 4.80. En 2022, año del agotamiento del efecto rebote, creció 3.00.

Durante los primeros cuatro años de la 4T la economía mexicana creció, en promedio anual, menos 0.25 por ciento. Suponiendo que en 2023 y 2024 crezca, según el promedio de las 38 respuestas recibidas por el Banco de México en su encuesta de enero a los economistas del sector privado, 1.00 y 1.68 por ciento, el crecimiento promedio anual del sexenio será 0.28 por ciento, lo cual quiere decir, entre otras, que el principal reto en materia económica para el próximo gobierno será, como mínimo, recuperar la tasa de crecimiento promedio de la economía que, desde que perdimos el crecimiento elevado y sostenido en 1982, hasta 2022, fue del 2.09 por ciento. Ojo: como mínimo.

Sumamos 41 años, 1982 a 2022, con un crecimiento de la economía mediocre, 2.09 por ciento en promedio anual, que limita las posibilidades de creación de empleos, de generación de ingresos, de mayor bienestar. Lo preocupante es que, nuevamente según el promedio de las 38 respuestas recibidas por el Banco de México en su encuesta de enero a los economistas del sector privado, para el período 2023–2032, se espera un crecimiento promedio anual de 2.06 por ciento, por debajo del promedio de los últimos 41 años, el ya citado 2.09 por ciento.

Si el principal reto, en materia económica, del próximo gobierno será lograr que el crecimiento promedio anual sea, como mínimo, 2.09 por ciento, lo cual supone volver a una normalidad mediocre, entonces tendrá que recuperar la confianza de los empresarios para invertir directamente en el país, inversiones directas de las que dependen la producción de bienes y servicios, con la que se mide el crecimiento de la economía.

Según el Indicador de Confianza Empresarial, del INEGI, que va de cero (total desconfianza) a cien (confianza total), en enero la confianza de los empresarios (de la manufactura, el comercio, la construcción y los servicios no financieros), para invertir directamente en México, fue de 29.3 puntos. Hace un año, enero 2022, fue 31.9. Hace dos, enero 2021, 22.0. Hace tres, enero 2020, 30.5. Hace cuatro, enero 2019, 36.6.

Esta falta de confianza empresarial para invertir directamente no quiere decir que no se invierta directamente, sino que no se invierte todo lo que se invertiría si la confianza fuera mayor, mayor confianza empresarial que será uno de los principales retos del próximo gobierno.

Para darnos idea de la magnitud de reto tengamos presente que el nivel de la inversión directa, medido por el nivel de la inversión fija bruta en instalaciones, maquinaria y equipo, en octubre, último mes para el que tenemos información, fue similar al de diciembre de 2013 (sí: de 2013) y estuvo 10.02 por ciento por debajo del máximo histórico de julio de 2018.

Tengamos presente todo lo que depende de la confianza empresarial y las inversiones directas: producción de bienes y servicios, creación de empleos, generación de ingresos, bienestar.