Arturo Damm Arnal

Del dinero (11/15)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La historia del dinero es la historia de cómo, quienes lo han producido, han desvalorado tanto monedas como billetes, traicionando la confianza de los agentes económicos.

De cómo, quienes detentan el poder político, han monopolizado su producción, para traicionar la confianza de los agentes económicos, desvalorando monedas y billetes. De cómo se dio el tránsito, desde el dinero –satisfactor, producto del orden espontáneo, hasta el dinero– fiduciario, producto del diseño humano, tránsito de la tesis a la antítesis. Hoy el dinero provisto por los bancos centrales es fiduciario, es decir, sin valor intrínseco, no respaldado por algún satisfactor (oro o plata), ofrecido monopólicamente por el Estado (bancos centrales), e impuesto por ley (por la fuerza), como dinero de curso legal, lo cual sintetiza lo peor de tres mundos: el mundo de lo que no vale por sí mismo; el mundo del monopolio estatal; el mundo de la imposición legal ¿Qué es mejor? ¿Lo que tiene valor intrínseco o lo que no lo tiene? ¿Lo ofrecido monopólica o competidamente? ¿La libertad para elegir o la imposición gubernamental?

Si se trata de bienes y servicios, que son riqueza, la respuesta es: lo que tiene valor intrínseco, lo ofrecido competidamente, la libertad para elegir. ¿Aplica lo mismo para el dinero, que no es riqueza, sino el medio de intercambio de la riqueza?

Esta historia conjetural del dinero, que he venido contando, desembocó en el sistema de dinero fiduciario, ofrecido monopólicamente por bancos centrales, impuesto por la fuerza como dinero de curso legal, y hoy la mayoría considera que, de entre todas las opciones para proveer de dinero a una economía, ésta es la mejor, habiendo quienes piensan que es la única, lo cual dista mucho de ser cierto: las criptomonedas han mostrado que no se necesita un banco central para proveer dinero a los agentes económicos, criptomonedas que, para quienes las aceptan como medio de pago, son dinero, siendo tal cualquier cosa que los agentes acepten como medio de pago, criptomonedas incluidas. Dinero no es solo el suministrado por los bancos centrales.

Es más, que un país cuente con un banco central, que provea de manera exclusiva de dinero a la economía, es considerado por muchos como una parte fundamental de la soberanía, lo cual, obviamente (o tal vez no tan obviamente), no es cierto. Dos ejemplos lo son Panamá (donde el dólar estadounidense, junto con el Balboa local, es dinero de curso legal), y Ecuador (que en 1999, a iniciativa de mi querida y admirada Dora Ampuero, adoptó el dólar como dinero de curso legal).

El sistema de dinero fiduciario, ofrecido monopólicamente por bancos centrales, e impuesto por la fuerza como dinero de curso legal, no es el único sistema dinerario posible y, dependiendo de cuál sea el objetivo que se persiga (por ejemplo: que se tengan o no metas de inflación), ni siquiera es el mejor.

El hecho es que, para superar las limitaciones del trueque, necesitamos dinero y, como no nos cae del cielo, alguien tiene que producirlo (que acuñar monedas, que imprimir billetes, que crear criptomonedas). Así las cosas la pregunta es, ¿qué principio debe regir la producción de dinero? ¿En cuánto debe aumentarse la cantidad de dinero que se intercambia en la economía, es decir, que se usa para demandar bienes y servicios?

Continuará.