Arturo Damm Arnal

Del dinero (12/15)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Para superar las limitaciones del trueque necesitamos dinero y, como no nos cae del cielo, alguien tiene que producirlo. ¿Qué principio debe regir la producción de dinero? ¿En cuánto debe aumentarse la cantidad de dinero que se intercambia en la economía, es decir, que se usa para demandar bienes y servicios? Esta es la pregunta más importante que deben hacerse los banqueros centrales.

Supongamos que alguien considera que el principio rector de la producción de dinero debe ser que cada persona pueda disponer de la cantidad de dinero que quiera en el momento que quiera. Técnicamente, ¿es posible? La respuesta a bote pronto es que no. La respuesta correcta es que sí.

Bastaría que el gobierno proporcione a cada familia una impresora, que imprimiera billetes con un sello especial, para que el billete impreso fuera original y no una falsificación, y que, ya entrados en gastos, también proporcione un paquete de hojas, cortadas del tamaño de un billete, todo ello para la impresión discrecional de dinero, en función del querer de cada cual, de tal manera que, si lo que se quiere es un millón de pesos, bastaría con teclear en el teclado de la impresora 1,000,000, para que se imprimiera un billete de un millón, con el sello especial que garantiza que se trata de un billete original y no de una falsificación.

¿Cuál sería la consecuencia de ese principio rector de la producción de dinero? En primer lugar un considerable crecimiento de la demanda por bienes y servicios, en segundo, una contracción considerable en la oferta de satisfactores y, en tercero, consecuencia de los dos anteriores, una inflación desatada.

Si queremos dinero, ¿qué tenemos que hacer? Trabajar: producir bienes y servicios, ofrecerlos y venderlos, venta que genera ingreso, que por lo general se paga de manera dineraria. ¿Y para qué queremos dinero? Para demandar y comprar bienes y servicios, lo cual es posible si previamente se produjeron y ofrecieron. Primero producción y oferta, luego demanda y compra. Pero si tuviéramos una impresora para imprimir la cantidad de dinero que quisiéramos, ¿qué necesidad tendríamos de producir, ofrecer y vender riqueza, bienes y servicios? ¿Qué necesidad tendríamos de trabajar?

Las consecuencias de ese principio rector de la producción de dinero (que cada quien disponga de la cantidad que quiera en el momento que quiera), serían un considerable crecimiento de la demanda por bienes y servicios: bastaría con imprimir billetes a discreción para demandar lo que se quiera, a los precios que fueran. Una contracción considerable en la oferta de satisfactores: para qué producir bienes y servicios si para disponer de dinero ya no se tiene que trabajar porque puede imprimirse tanto como se quiera. Un considerable crecimiento de la demanda (que se incrementaría indefinidamente), combinado con la contracción considerable en la oferta (que cesaría del todo), y por lo tanto una inflación desatada, consecuencia de una demanda creciente y de una oferta inexistente.

Queda claro que adoptar como principio rector de la producción de dinero el que cada quien disponga de la cantidad que quiera en el momento que quiera, sería un despropósito enorme. ¿No lo es también el que el gobierno pueda disponer de la cantidad de dinero que quiera en el momento que quiera?

Continuará.