Arturo Damm Arnal

Del dinero (4/15)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El dinero, que existe desde antes de que se acuñaran monedas e imprimieran billetes con fines dinerarios, ni se descubrió, ni se inventó. Surgió espontáneamente en el mercado. En su origen fue producto del orden espontáneo, no del diseño humano.

Supongamos una comunidad en la que hay un bien, A, que consume el 10 por ciento de la población. Otro, B, que consume el 50 por ciento. Otro, C, que consume el 100 por ciento. Los tres son bienes, capaces de satisfacer necesidades, pero no son igualmente valorados, lo cual quiere decir que, de los tres, solo uno, C, el valorado por todos, tiene posibilidad de convertirse en dinero, en medio de intercambio, en medio de pago, y ser aceptado por todos, porque a cada uno le conviene, porque cada uno lo puede usar como satisfactor o como medio de pago, por lo cual todos superan las limitaciones del trueque, del cambio directo.

Supongamos a X, que le compra a Y el bien A, y que le paga con una determinada cantidad de C. ¿Por qué Y acepta C como medio de pago? En primer lugar porque lo puede usar como satisfactor y, en segundo término, porque sabe que, dado que todos en su comunidad consumen C, cualquiera lo aceptará como medio de pago, como dinero.

Dado que C es aceptado como satisfactor por el 100 por ciento de la población de esa comunidad, acabará usándose de manera espontánea como dinero, por quienes participen de los intercambios, sin que nadie lo imponga como tal, sino por el beneficio que a todos les reporta: superar las limitaciones del intercambio directo, del trueque.

Históricamente acabaron convirtiéndose en dinero, definido como aquello que los agentes económicos aceptan como medio de intercambio, los bienes que satisfacían necesidades, si no de todos los integrantes de una comunidad, sí de la mayoría, todo ello antes de la acuñación de monedas e impresión de billetes con fines dinerarios.

En su origen el dinero fue, llamémoslo así, dinero – satisfactor: dinero, porque los agentes económicos, en su calidad de vendedores y compradores, lo aceptaban como medio de pago; satisfactor, porque los agentes económicos, en su calidad de consumidores, lo podían usar para cubrir sus necesidades. Y era aceptado como dinero porque era satisfactor, lo cual quiere decir que ese dinero tenía un valor intrínseco, precisamente el que tenía como satisfactor.

Además de cumplir con la condición de ser valorado, si no por la totalidad, sí por la mayoría de los integrantes de una comunidad, conviene que aquello que se use como dinero cumpla con otras tres condiciones: que sea relativamente escaso, para que no pierda su poder adquisitivo; que sea fácilmente fraccionable, para poder pagar sin dificultad cualquier precio; que sea fácilmente transportable, para poder expandir el comercio.

Estas son las cuatro condiciones que tiene que cumplir el bien que funja como dinero: (i) que sea valorado por todos, para que sea aceptado por cualquiera; (ii) que sea relativamente escaso, para que no pierda su poder adquisitivo; (iii) que sea fácilmente fraccionable, para poder pagar sin dificultad cualquier precio; (iv) que sea fácilmente transportable, para poder expandir el comercio.

Dado que el oro y la plata cumplen con las cuatro condiciones antes mencionadas, es que acabaron convirtiéndose en el dinero – satisfactor por excelencia.

Continuará.