De las drogas (1/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Voy a dedicar esta serie de cinco Pesos y Contrapesos a un tema polémico, que no debería serlo, y que ha creado más problemas de los que pretendía resolver.

Me refiero a la prohibición gubernamental de la producción, distribución, venta, compra y consumo de drogas, cuyo resultado ha sido el narcotráfico, que no es más que el comercio, que empieza con la producción y termina con el consumo, de drogas, actividades que, por el efecto que las drogas tienen sobre la salud, la vida y la dignidad de las personas, son éticamente cuestionables, pero no delictivas por su propia naturaleza, razón por la cual no deberían prohibirse y castigarse. Cito a Lysander Spooner: “Los vicios son los actos por los que una persona se daña a sí misma o a su propiedad. Los crímenes son los actos por los que un hombre daña la persona o propiedades de otros”. (Véase: https://mises.org/library/vices-are-not-crimes). Los vicios no son crímenes. No estoy a favor del consumo de drogas, pero sí de que cada quien decida si las consume o no, por dos razones: (i) la ética, relacionada con la justicia, que consiste en respetar los derechos de los demás; (ii) la económica, relacionada con la eficacia, que consiste en lograr los objetivos que se proponen. La prohibición es injusta, porque viola derechos, e ineficaz, porque no logra el objetivo que se propone y ocasiona conductas, de los narcotraficantes, que sí son delictivas por su propia naturaleza, porque sí violan derechos: asesinar (viola el derecho a la vida), secuestrar (viola el derecho a la libertad), torturar (viola el derecho a la integridad física, que se deriva del derecho a la vida), extorsionar (viola el derecho a la propiedad), etc.

Al narcotraficante hay que castigarlo, no por producir, distribuir, ofrecer y vender drogas, conductas éticamente cuestionables, pero no delictivas por su propia naturaleza, sino por asesinar, secuestrar, torturar, extorsionar, actividades que, por violar derechos de terceros, sí son delictivas por su propia naturaleza, debiéndose prohibir y castigar.

Una pregunta importante es hasta qué punto las actividades delictivas por su propia naturaleza de los narcotraficantes (secuestrar, torturar, extorsionar, asesinar, etc.), son consecuencia de la prohibición para realizar actividades que no son delictivas por su propia naturaleza (producir, distribuir, ofrecer y vender drogas). Si esa es su causa, entonces hay que buscar la respuesta a la pregunta ¿por qué?, que se encuentra, en parte, en que, dada la prohibición, los narcotraficantes no compiten en mercados legales (como sí lo hacen los alcoholtraficantes y los tabacotraficantes), haciéndose la guerra en mercados ilegales, prohibidos por ley. Desde la producción hasta el consumo de drogas muestran que no basta con la promulgación de leyes para que se obedezcan, sobre todo si son injustas, lo que las hace ineficaces.

¿Por dónde comenzar el análisis del tema? Por la pregunta ¿qué debe hacer el gobierno?, que no hay que confundir con la pregunta ¿qué puede hacer el gobierno?, pudiendo hacer más de lo que debe, lo cual nos lleva a esta pregunta: ¿cuáles son las legítimas tareas del gobierno?, misma que plantea esta otra: ¿hay manera de responderla objetivamente?

Continuará.