Arturo Damm Arnal

Equivalencia Ricardiana

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En el anterior Pesos y Contrapesos apunté que no me gusta llamarla deuda pública, sino gubernamental, aunque acabe convirtiéndose en pública, en el sentido de que se le endosa al público, a ti y a mí, a quienes, cobrándonos más impuestos, se nos obliga a pagarla. Antes de explicarlo veamos cuánto ha aumentado la deuda gubernamental, tanto la del sector público federal, como la del gobierno federal, en lo que va del sexenio.

Entre noviembre de 2018 (antes de que iniciara la 4T), y julio de 2023 (último mes para el que tenemos información), la deuda neta total del sector público federal aumentó, en términos reales, 6.61 por ciento. La del gobierno federal (que es parte del sector público federal), se incrementó, también en términos reales, 25.04 por ciento. Los datos son de las Estadísticas Oportunas de Finanzas Públicas, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

Una vez que el gobierno se ha endeudado le quedan estas opciones. (I) Declarar la moratoria: debo no niego, pago no tengo. (II) Renegociar la deuda: lograr reducción de la tasa de interés; quita del principal, la cantidad originalmente prestada; ampliación del plazo para pagar. (III) Contraer deuda nueva para pagar deuda vieja, lo cual, por lo general, presupone su renegociación e implica destapar un hoyo nuevo para tapar uno viejo, lo cual puede empeorar las cosas porque los nuevos créditos se otorgarán a una tasa de interés mayor.

Ninguna de las tres opciones implica la liquidación de deuda, entendida como desendeudamiento real, como reducción real de pasivos. Para que esto ocurra el gobierno debe, o vender activos, suponiendo que los tenga, que los pueda vender y que le alcance; o reducir gastos para que, con lo “ahorrado”, pague lo que debe; o aumentar impuestos para que, con lo recaudado de más, liquide lo que debe; o reducir gastos y aumentar impuestos para que, con lo “ahorrado” y lo recaudado de más, pague lo debido.

Al margen de la primera opción las otras tres implican, para todo efecto práctico, un aumento de impuestos: si el gobierno cobra la misma cantidad de impuestos y reduce su gasto, cobra lo mismo pero da menos; si el gobierno cobra más impuestos y no aumenta su gasto, cobra más pero da lo mismo; si el gobierno aumenta impuestos y reduce su gasto, cobra más y da menos. En los tres casos, para todo efecto práctico, hay un aumento de impuestos sin “contraprestación” del gobierno.

A lo anterior se le conoce como la equivalencia ricardiana, por el economista inglés David Ricardo (1772 – 1823), autor de Principios de Economía Política y Tributación (1817), que afirma, dicho de la manera más sencilla posible, que la deuda gubernamental de hoy se convertirá en más impuestos mañana, ya sea porque, ceteris paribus, aumentan los impuestos (se quita más); ya porque, ceteris paribus, se reducen los gastos (se da menos); ya porque, ceteris paribus, aumentan los impuestos (se quita más), y se reducen los gastos (se da menos).

Dada la equivalencia ricardiana la deuda gubernamental se convierte en deuda pública, en el sentido de que se le endosa al público, a ti y a mí, a quienes, cobrándonos más impuestos, se nos obliga a pagarla.

Si el gobierno puede recurrir a los contribuyentes para pagar su deuda se genera un riesgo moral, que surge cuando un agente no es responsable por sus acciones, motivándose conductas irresponsables.