Arturo Damm Arnal

Inflación a la baja

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La inflación, que es la pérdida en el poder adquisitivo del dinero, de tal manera que con la misma cantidad, al paso del tiempo, se compra una menor cantidad de los mismos satisfactores, reduciéndose el bienestar, que depende, entre otras cosas, de la cantidad de bienes y servicios de los que se dispone, ha venido bajando, acercándose a la meta establecida por el Banco de México (Banxico), lo cual quiere decir que, al paso de los meses, la pérdida en el poder adquisitivo del dinero ha sido menor.

Fue en septiembre del año pasado cuando, en 8.70 por ciento, se alcanzó la mayor inflación anual en lo que va del siglo XXI (desde que se calcula con la actual metodología el máximo histórico se alcanzó en febrero de 1988, 179.73 por ciento, y el mínimo en diciembre de 2015, 2.13 por ciento.). Entre febrero y junio pasados se sumaron cinco meses de inflación a la baja, 7.91 en enero y 5.06 en junio, y según el promedio de las 36 respuestas recibidas por el Banxico en la encuesta de junio sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado, terminaremos 2023 con inflación del 4.70 por ciento (5.48 según la expectativa más pesimista, 4.09 según la más optimista), todo ello según el comportamiento esperado del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), que se calcula a partir del comportamiento de los precios de 299 productos genéricos (por ejemplo: sopas de pasta), que incluye 120,454 bienes y servicios específicos (por ejemplo: sopa de pasta marca Pastina, fideo, 200 gramos).

Además de la inflación calculada por el comportamiento del INPC, el INEGI calcula la inflación de la Canasta de Consumo Mínimo, que da seguimiento a los precios de los 176 bienes y servicios de la canasta alimentaria y no alimentaria del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social, productos que son, para decirlo de alguna manera, “lo más básico de lo básico”, aquellos de los que nadie debe carecer porque afecta la satisfacción de sus necesidades básicas, inflación de la Canasta de Consumo Mínimo que, hasta junio, siempre estuvo por arriba de la inflación del INPC, afectando más a quienes menos tienen y destinan una mayor proporción de su ingreso a la compra de bienes y servicios básicos, que en México es, más o menos, 44 por ciento de la población, que sobrevive en condición de pobreza.

En el primer semestre la inflación promedio del INPC fue 6.29 por ciento. La de la Canasta de Consumo Mínimo 6.87, y entre enero y mayo fue mayor que la primera, lo que cambió en junio, cuando ésta fue 4.95 y aquella 5.06, apuntando en la dirección correcta. Esta tendencia, ¿se mantendrá?

Sumamos ya cinco meses, de febrero a junio, con la inflación a la baja, acercándose a la meta del Banxico, que es 3 por ciento, más menos un punto porcentual, meta que, según el mismo banco central, iba a alcanzarse, en 3.7 por ciento promedio mensual, en el segundo trimestre de este año, algo que ya no sucedió. Entonces, ¿para cuándo?

Y lo más importante, ¿debe tener el Banxico metas de inflación? ¿Debe estar a favor de la pérdida en el poder adquisitivo de nuestro dinero, y por lo tanto de nuestro trabajo? No.