De la justicia (1/3)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

La delincuencia, en México, está desatada, muestra de un doble fracaso: de la familia, en primer lugar, del gobierno, en segundo término. El de la familia tiene que ver con la práctica de la justicia. El del gobierno con la impartición de justicia.

La delincuencia está desatada, sobre todo en lo que tiene que ver con homicidios, por alguna de estas tres razones: (i) o porque los delincuentes cometen MÁS delitos; (ii) o porque MÁS delincuentes cometen delitos; (iii) o porque MÁS delincuentes cometen MÁS delitos, todo lo cual es muestra, en primer lugar, del fracaso de las familias para formar personas justas, capaces de respetar, por las razones que sean (por convicción, por conveniencia, por miedo al castigo, por el qué dirán, o por el qué diré), los derechos de los demás.

La justicia es la virtud por la cual respetamos los derechos de los demás: no matamos, respetamos el derecho a la vida; no secuestramos, respetamos el derecho a la libertad individual; no robamos, respetamos el derecho a la propiedad privada. La justicia es la condición de posibilidad de la convivencia civilizada. El precio que debemos pagara por vivir en sociedad, por convivir, es respetar los derechos de los otros, practicar la justicia.

La justicia, al ser la virtud por la cual respetamos los derechos de los demás, pertenece al campo de la ética, virtud de la justicia cuyos valores son la vida, la libertad individual y la propiedad privada, valores y virtudes que deben formar parte de la formación de la persona, que debe llevarse a cabo en la familia. La principal tarea de los padres debe ser formar hijos virtuosos, personas capaces de practicar las virtudes, comenzado por la justicia.

Los grados de criminalidad, de injusticia, de falta de ética, que estamos padeciendo en el país son, en primer lugar, efecto de la falta de justicia, en particular, y de ética, en general, muestra del fracaso que tenemos en la formación de personas virtuosas, fracaso que es, antes que de otro tipo, familiar. Si es cierto que la formación ética (el hábito de las virtudes), empieza por el hogar, también lo es que la deformación ética (el hábito de los vicios), comienza en la familia, lo cual no quiere decir que la familia sea la responsable de los vicios de una persona, comenzando por la injusticia.

Hay que tenerlo claro: el responsable por la comisión de algún delito, por la violación de algún derecho (matar, secuestrar, robar), es quien lo cometió, y solamente él. No su familia, no la sociedad, tampoco el gobierno, cuya responsabilidad es otra, como veremos más adelante.

La justicia tiene dos momentos: el ético y el legal. El momento ético consiste en la práctica de la justicia, en el respeto a los derechos de los demás, y nos corresponde a los ciudadanos. El momento legal consiste en la impartición de justicia, en castigar a quien viole derechos de terceros y en obligarlo a resarcir, y le corresponde al gobierno.

Con relación a la práctica de la justicia recordemos lo que dijo Sócrates: “Más vele padecer una injusticia que cometerla”.

Dado que nunca falta quien viole derechos, quien se comporte injustamente, es que se necesita una organización que imparta justicia: que castigue al violador y lo obligue a resarcir. Esa organización es el gobierno.

Continuará.

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Rafael Rojas