Estoy de acuerdo con la propuesta económica de Milei.
Desde la corrección del déficit en las finanzas del gobierno, y no de cualquier manera, sino por medio de recortes en el gasto gubernamental, pasando por la liberalización en materia laboral, comercial y financiera, condición necesaria para respetar el ejercicio de la libertad individual y el uso de la propiedad privada, hasta llegar a la dolarización y el cierre del banco central (tema fascinante como todo lo relacionado con el dinero), como medios para, por lo menos, preservar el poder adquisitivo del dinero, para lo cual debe eliminarse la posibilidad de que una organización estatal o gubernamental produzca dinero a discreción e incremente de manera excesiva la cantidad del mismo que se intercambia en la economía, lo cual aumenta de manera excesiva la demanda por bienes y servicios, lo cual ocasiona inflación.1
Si por arte de magia, a partir del 10 de diciembre, fecha en la cual Milei asumirá la presidencia, entrara en vigor, tal y como lo concibió, su modelo económico, lo cual daría como resultado la economía de mercado, basada en la libertad individual, la propiedad privada y la responsabilidad personal, éticamente justa (respeta los derechos de los agentes económicos), y económicamente eficaz (eleva el bienestar de todos), y se mantuviera sin cambios a lo largo de los años, la situación de la economía argentina, tanto en términos de dinamismo como de estabilidad, mejoraría en beneficio de todos. Y esto es lo importante: de todos.
El problema es que ese por arte de magia no va tener lugar, y el modelo económico de Milei tendrá que aplicarse poco a poco, después de haber negociado, con legisladores de oposición, cada reforma que necesite cambios legislativos y constitucionales, sin tener mayoría en ninguna de las Cámaras del Congreso de la Nación, lo cual lo hará, en su relación con el Congreso, un presidente débil, lo cual plantea estas preguntas: ¿cuáles propuestas se aprobarán? y ¿en qué medida?
Para que el modelo de Milei dé los resultados esperados, tanto en términos de dinamismo como de estabilidad, deben aplicarse íntegramente todas las medidas, lo cual será imposible, razón por la cual los resultados, tanto en términos de estabilidad como de dinamismo, no serán los esperados, lo cual causará desilusión. ¿Cuántos de los electores argentinos que votaron por Milei lo saben y entienden?
El modelo económico de Milei, que corresponde al liberalismo, dado que para aplicarse al cien por ciento, requisito para que dé los resultados esperados, necesita de la aprobación de las Cámaras del Congreso de la Nación, lo cual no sucederá, corre el riesgo de quedarse en pragmatismo liberalizante, como lo fue el neoliberalismo en México entre 1983 y 2018, mismo que, para lograr los mejores resultados posibles, tanto en materia de dinamismo como de equilibrio, es insuficiente.
Si un talón de Aquiles de Milei es el no contar con la mayoría en las Cámaras del Congreso de la Nación (muestra del escepticismo que su propuesta ocasionó entre quienes no le otorgaron el carro completo), el otro, no menos preocupante, es el del gasto social, que pretende recortar, recortando la redistribución del ingreso, lo cual ocasionará más de una crítica y más de una oposición.
Continuará.