Arturo Damm Arnal

De la pobreza (2/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Como vimos en el anterior Pesos y Contrapesos, según la medición de la pobreza 2022 del Coneval, en 2018, 41.9 por ciento de la población se encontró en situación de pobreza; 43.9, en 2020 y 36.3, en 2022.

En 2018, 34.9 por ciento de la población se encontró en condición de pobreza moderada, incapaz de generar ingreso para comprar la canasta básica alimentaria y no alimentaria; 35.4, en 2020 y 29.3, en 2022.

En 2018, 7.0 por ciento de la población se encontró en estado de pobreza extrema, incapaz de generar ingreso para comprar la canasta básica alimentaria; 8.5, en 2020 y 7.1, en 2022.

El ingreso debe ser suficiente para que las personas satisfagan autónomamente sus necesidades, gracias a la generación personal de ingreso, no a las políticas sociales del Gobierno, a la redistribución gubernamental del ingreso, por la que el Gobierno le quita a A lo que, por ser producto de su trabajo, su ingreso, es de A, para darle a B lo que, por no ser producto de su trabajo, de su ingreso, no es de B, redistribución del ingreso que es la principal tarea del Gobierno: este año, el gasto social sumará 65.57 por ciento del Presupuesto de Egresos de la Federación, lo cual, citando a Federico Bastiat, hace del Gobierno la ficción por la cual todo mundo pretende vivir a costa de todo mundo, algo imposible: si B vive, por la redistribución gubernamental del ingreso, de A, A no puede, también por la redistribución, vivir de B. Donde hay redistribución gubernamental del ingreso hay perjudicados (A) y beneficiados (B).

Al analizar el tema de la pobreza hay que considerar su efecto y su causa. El efecto de la pobreza es la carencia de satisfactores, el no contar, en cantidad, calidad y variedad adecuadas, con los bienes y servicios necesarios para satisfacer correctamente las necesidades. La causa de la pobreza es la incapacidad de la gente pobre para, gracias al trabajo propio, generar el ingreso suficiente para satisfacer adecuadamente, por medio de la compra de los satisfactores, las necesidades, comenzando por las básicas, aquellas que, de quedar insatisfechas, atentan contra la salud, la vida y la dignidad de la persona.

Si por medio de la redistribución del ingreso el Gobierno provee a los pobres de los satisfactores que les hacen falta, y gracias a ello satisfacen correctamente sus necesidades (las transferencias del Gobierno, ¿alcanzan para tanto?), el Gobierno alivia los efectos de la pobreza, pero no elimina sus causas. Si el Gobierno deja de redistribuir el ingreso, los beneficiarios volverían a carecer de esos satisfactores, porque realmente nunca dejaron de ser pobres, nunca fueron capaces, gracias a su trabajo, de generar el ingreso suficiente para, por lo menos, comprar la canasta básica alimentaria y no alimentaria, lo que les permitiría satisfacer correctamente, nada más, sus necesidades básicas. Y escribo nada más, porque los seres humanos aspiramos a más que satisfacer solamente las necesidades básicas: tenemos gustos, deseos y hasta caprichos.

Uno de los problemas con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (INEGI), y con la Medición de la Pobreza (Coneval), es que consideran a las transferencias, tanto privadas como gubernamentales, como ingresos, como productos del trabajo, y no lo son.

Continuará.