Arturo Damm Arnal

De los precios (2/3)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Los precios son razones de cambio, tanto de X por tanto de Y, consecuencia, entre otras cosas, de los costos de producción: dado que producir bienes y servicios cuesta, si como consumidores queremos disponer de ellos debemos pagar, a quien los produce, ofrece y vende, un precio que, por lo menos, le permita recuperar su costo de producción, incluida la ganancia normal.

Los precios no son un abuso de los oferentes, sino lo que hace posible la continuidad de la producción, misma que, ya que las necesidades son recurrentes, hace posible la reposición de los bienes y servicios consumidos. Los precios, ¿quién los determina?

La primera palabra en la determinación de los precios la tienen los oferentes. Los consumidores llegamos a los comercios y todas las mercancías tienen un precio. ¿Quién lo puso? El oferente, quien tiene, en materia de determinación de precios, la primera palabra.

La última la tienen los consumidores quienes, frente al precio puesto por el oferente, deciden comprar o no. Si la mayoría decide no comprar los consumidores obligan al oferente a bajar el precio, incluso por debajo del mínimo al que le conviene vender para no incurrir en pérdidas, que es el que alcanza para cubrir su costo de producción.

La primera palabra en la determinación de precios la tienen los oferentes, pero la última, la que realmente importa, la tienen los consumidores, frente a quienes los oferentes deben preguntarse ¿cuál es el máximo precio al que los consumidores están dispuestos a comprar?, por lo que ningún oferente, ni siquiera monopolista (único oferente), puede imponerle al comprador el precio que le dé la gana (que sería infinito), de la misma manera que ningún monopsonista (único demandante), puede imponerle al vendedor el precio que le dé la gana (que sería cero), debiendo preguntarse ¿cuál es el mínimo precio al que los productores están dispuestos a vender?

Pregunta recurrente, ¿cuál es el precio justo?, misma que no tiene sentido porque lo único que puede calificarse de justo (respetar los derechos de los demás), o injusto (violarlos), es la conducta humana y los precios, consecuencia de la conducta humana (del acuerdo entre oferentes y demandantes), y que hacen posibles conductas humanas (intercambios entre compradores y vendedores), son razones de cambio, no conducta humana, y ninguna razón de cambio, ningún precio, puede ser justo o injusto. En todo caso relativamente alto o bajo, pero nada más.

Si un oferente y un demandante intercambian tanto de X por tanto de Y (precio acordado entre ellos), intercambio por el cual ambos ganan (cada uno valora más lo que recibe que lo que da a cambio), ¿dónde está la injusticia (violación de derechos)? En el intercambio, ¿qué derecho del comprador viola el vendedor o viceversa? Ninguno.

La pregunta por el precio justo, que algunos vienen haciendo desde la época de los filósofos griegos, y que resurge una y otra vez, sobre todo en épocas de repunte inflacionario, no tiene sentido y puede llevar a que alguien crea que sí sabe cuál es el precio justo y, si tiene el poder para hacerlo, imponerlo por la fuerza, precio “justo” que estaría, o por debajo (precio máximo), o por arriba (precio mínimo), del precio de mercado, el acordado por oferentes y demandantes, al cual voluntaria y beneficiosamente intercambian.

Continuará.