Arturo Damm Arnal

Del progreso económico (2/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El progreso económico, la capacidad para producir más y mejores, bienes y servicios, para un mayor número de gente, resulta de estos elementos: (i) división del trabajo; (ii) mercado; (iii) afán de lucro; (iv) empresarialidad; (v) investigación científica; (vi) desarrollo tecnológico; (vii) capital; (viii) Estado de Derecho.

Ya vimos en qué consiste la división del trabajo, cuáles son sus consecuencias, y qué es el mercado y por qué sin él la división del trabajo resulta contraproducente, por lo que entonces la única opción sería la autosuficiencia, condición contraria al progreso económico, porque elimina el punto de partida, su primer elemento, la división del trabajo.

Ahora voy a considerar el tercer componente del progreso económico, el afán de lucro, la intención de ganar dinero, y de hacerlo de manera justa, desde el punto de vista de la ética, y también eficaz, desde el punto de vista de la economía, lo cual quiere decir produciendo, ofreciendo y vendiendo bienes y servicios por los cuales los consumidores estén dispuestos a pagar un precio que, por lo menos, alcance para cubrir los costos de producción, en los cuales está incluida la ganancia normal del empresario, y, por lo más, suficiente para generar una ganancia extraordinaria (lo que en microeconomía se conoce como excedente del productor), teniendo en cuenta que el objetivo del empresario no debe ser solo obtener ganancias, sino maximizarlas, lo cual logra solo si los consumidores “se lo permiten”, pagándole un precio que alcance, no solo para cubrir el costo de producción, obteniéndose solamente la ganancia normal, sino para cubrir más que dicho costo, generándose entonces una ganancia extraordinaria.

El afán de lucro de los empresarios es uno de los componentes del progreso económico por una razón fácil de entender, relacionada con la respuesta a la pregunta ¿de quién depende la capacidad para producir más y mejores, bienes y servicios, para un mayor número de gente? De los empresarios, quienes producen, ofrecen y venden bienes y servicios por la ganancia que esperan obtener, motivados por el afán de lucro, lo cual, pese a lo que muchos piensan, condenando el afán de lucro como algo éticamente reprobable, no tiene nada de malo. Si el afán de lucro fuera éticamente reprobable, ¿entonces lo éticamente loable sería el afán de pérdida? Habrá quien, en cualquier campo de la acción humana, ¿actúe motivado por el afán de pérdida?

La ganancia del empresario, normal o extraordinaria, es resultado de su capacidad para servir a los consumidores, en términos de precio, calidad y servicio (la trilogía de la competitividad), como los consumidores quieren ser servidos, y ello es éticamente justo, porque no viola ningún derecho, y económicamente eficaz, porque eleva el bienestar de todos, desde productores, oferentes y vendedores, hasta demandantes, compradores y consumidores, tal y como sucede en el mercado (y me refiero tanto a la parte ética, relacionada con la justicia, como a la económica, relacionada con la eficacia), mercado que es la relación de intercambio entre compradores y vendedores, cuyo resultado es un bien común: bien, porque ambas partes GANAN; común, porque AMBAS partes ganan. Ello es así porque cada una valora más lo que recibe que lo que da a cambio. Si no fuera así no habría intercambio.

Continuará.