Del progreso económico (3/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal<br>&nbsp;*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Arturo Damm Arnal *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El progreso económico, la capacidad para producir más (dimensión cuantitativa) y mejores (dimensión cualitativa), bienes y servicios, para un mayor número de gente (dimensión social), es el resultado de ocho elementos: (i) división del trabajo; (ii) mercado; (iii) afán de lucro; (iv) empresarialidad; (v) investigación científica; (vi) desarrollo tecnológico; (vii) capital; (viii) Estado de Derecho.

Ya vimos en qué consiste la división del trabajo, qué es el mercado, y por qué el afán de lucro de los empresarios es componente del progreso económico. Ahora explicaré el cuarto elemento, relacionado con su dimensión cualitativa, la producción de mejores bienes y servicios, capaces de satisfacer de mejor manera las necesidades de los consumidores.

Me refiero a la empresarialidad, que es la capacidad de los empresarios para inventar, porque hay que inventarlas, mejores maneras de satisfacer las necesidades de los consumidores, para lo cual hay que inventar mejores satisfactores, ya sean bienes (que primero se producen y luego se consumen), ya servicios (que al mismo tiempo que se producen se consumen), empresarialidad que es la dimensión cualitativa del progreso económico y que ocasiona lo que Schumpeter llamó la destrucción creativa, por la que, en el mercado, por el lado de la oferta (el otro lado del mercado es la demanda), lo bueno sustituye a lo malo, lo mejor sustituye a lo bueno, y lo excelente sustituye a lo mejor, destrucción creativa motivada por el afán de lucro de los empresarios, lucro que consiguen si, y solo si, satisfacen a los consumidores, en términos de precio, calidad y servicio, como los consumidores quieren ser servidos (también en los casos de monopolios).

La empresarialidad consiste en la capacidad para inventar primero, y producir y ofrecer después, mejores bienes y servicios, capaces de satisfacer de mejor manera las necesidades de los consumidores y, por ello, de elevar bienestar que depende de la cantidad, la calidad y la variedad de los bienes y servicios de los que disponen, bienestar que no solo depende de que se tenga suficiente y variado, sino mejor, cada vez mejor, consecuencia de una de las características más notorias del ser humano, la insatisfacción, por la cual no nos conformamos con lo bueno, por lo que queremos lo mejor y, una vez que lo tenemos, tampoco nos conformamos, por lo que queremos lo excelente, y así en un proceso de mejora que no sabemos hasta dónde llegará.

Lo que sí sabemos es que la empresarialidad, sobre todo de un par de siglos a la fecha, ha resultado imparable, muestra de la enorme capacidad inventora y productora del ser humano, por lo que el grado de progreso económico alcanzado es de llamar la atención, no siendo consecuencia de la casualidad, sino de la causalidad, causas entre las que se cuentan los ocho componentes del progreso económico: división del trabajo, mercado, afán de lucro, empresarialidad, investigación científica, desarrollo tecnológico, capital y Estado de Derecho, cuya concatenación puede explicarse de manera lógica, como lo hago en estos Pesos y Contrapesos, explicación lógica que comienza por el orden de los factores, desde la división del trabajo hasta el Estado de Derecho.

Continuará.

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