De la reforma fiscal (2/5)

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En el anterior Pesos y Contrapesos expliqué las razones por las que, ante el desorden fiscal, debe realizarse una reforma, con la cual está de acuerdo la mayoría de los economistas. La discusión comienza al plantear la pregunta, ¿cuál reforma fiscal es la correcta? Mi propuesta, para desgracia de los contribuyentes, es la menos socorrida. ¿En qué consiste? Los remito a: https://www.razon.com.mx/opinion/columnas/arturo-damm-arnal/gastos-e-impuestos-1-5-56567.

Se necesita una reforma fiscal para arreglar el desorden en las finanzas gubernamentales (déficit creciente), cuya causa son gastos excesivos con relación a la recaudación de impuestos, recurriéndose entonces al endeudamiento para cubrir el déficit que es, precisamente, la parte del gasto no financiada con impuestos sino con deuda. Este desorden se corrige (reducción del déficit), o aumentando la recaudación, o reduciendo los gastos, o aumentando la recaudación y reduciendo los gastos. ¿Cuál es la correcta?

Si la causa del desorden es que el gobierno gasta en lo que no debe, porque realiza tareas que no forman parte de sus legítimas funciones, como lo hacen, en mayor o menor medida, todos los gobiernos, la corrección correcta implica eliminar los gastos que no corresponden a las legítimas tareas del gobierno. ¿Cuáles son esas tareas, las legítimas?

La principal pregunta de la ciencia y la filosofía política no es ¿qué puede hacer el gobierno?, sino ¿qué debe hacer?, pregunta que plantea esta otra: ¿puede responderse objetivamente, de tal manera que todos estén de acuerdo?

Lo que sí es un hecho es que el gobierno mexicano gasta en lo que no debe (por ejemplo: en construcción de aeropuertos, trenes y refinerías), por lo que de entrada gasta más de lo que debe (con cargo indebido a los contribuyentes), y en muchos casos de mala manera (el AIFA, el Tren Maya y la refinería Dos Bocas, ¿serán rentables o elefantes blancos necesitados de subsidios, nuevamente a cargo de los contribuyentes?), por lo que una reforma fiscal correcta, antes que preguntarse qué impuestos subir y/o qué nuevos impuestos cobrar, debe preguntarse qué gastos recortar y qué gastos eliminar, lo cual, en el caso de México, no sucederá, mucho menos con la 4T en el poder.

Botón de muestra: en 2019, primer año del primer piso de la 4T, el gasto del gobierno sumó $5,838,059,700,000 ($5.9 billones); en 2024, último año, sumará $9,066,945,800,000 ($9.1 billones), lo cual dará como resultado un incremento de $3,277,986,100,000 ($3.3 billones), el 55.29% en términos nominales y 22.79% en términos reales, descontada la inflación.

Lo fiscal tiene dos frentes, el de los ingresos (principalmente impuestos y deuda), y el de los gastos (en las tareas propias del gobierno, en desarrollo social y en crecimiento económico), por lo que, una reforma fiscal, debe reformar en ambos frentes, comenzando por el de los gastos, algo que no sucederá, mucho menos en el grado que se necesita (limitar al gobierno a sus legítimas tareas, las relacionadas con la impartición de justicia).

La reforma fiscal, de llevarse a cabo, será principalmente tributaria, centrada en dos preguntas: qué impuestos aumentar (la principal), y qué nuevos impuestos cobrar (la secundaria). Dicho de otra manera, ¿cómo expoliar más (eso sí: legalmente), a los contribuyentes?

Continuará.