En las dos entregas anteriores expuse, en una primera aproximación, las ventajas que tendría una reforma tributaria a favor del Impuesto Único (ni uno más), Universal (sin excepción, ni de bienes y servicios, ni de contribuyentes), Homogéneo (la misma tasa, para todos los bienes y servicios, y para todos los contribuyentes), al Consumo Final (a la compra de bienes y servicios de las familias, no de las empresas).
El año pasado, con el cobro del Impuesto Único, Universal, Homogéneo al Consumo Final, del 20 por ciento, se hubiera recaudado lo mismo que se recaudó, a nivel federal, con 14 impuestos distintos, muestra del engendro tributario que padecemos, y no solo por el lado de los impuestos, sino también por el del gasto: hoy, y ya desde hace décadas, el gobierno gasta en lo que no debe, razón por la cual gasta más de lo que debe, y muchas veces de mala manera.
Una reforma fiscal correcta debe comenzar por el análisis de los egresos, para lo cual hay que responder a la pregunta, no qué puede hacer el gobierno, sino qué debe hacer, para que deje de hacer lo que no debe hacer. Solamente entonces se deberá tocar el tema de los ingresos, tanto por el lado de los impuestos, con de la deuda.
¿Cuánto nos cuesta un gobierno que hace mucho más de lo que debe? Hagamos cuentas.
Si el año pasado el gobierno se hubiera limitado a la realización de sus tareas esenciales, aquellas a las que no puede renunciar sin dejar de serlo, que son garantizar la seguridad de los ciudadanos e impartir justicia, y tomando en cuenta el presupuesto de las dependencias involucradas con esas funciones (poderes Legislativo y Judicial; secretarias de defensa y marina; y recaudación de impuestos), con el Impuesto Único, Universal, Homogéneo al Consumo Final de 1.34 por ciento, ¡sí: 1.34 por ciento!, hubiera alcanzado para financiar ese presupuesto, lo cual nos da una idea de cuánto nos cuesta un gobierno que, además de ser gobierno, pretende ser, desde ángel de la guarda, y preservarnos de todos los males, hasta hada madrina, y concedernos todos los bienes.
¿Qué probabilidades hay de que en México se lleve a cabo una reforma fiscal que, uno, limite al gobierno a la realización de sus tareas esenciales y, dos, que sustituya la actual estructura tributaria, basada en 14 impuestos distintos, por el Impuesto Único, Universal, Homogéneo al Consumo Final? Ninguna. ¿Qué probabilidades hay de que avancemos en esa dirección, reduciendo gastos del gobierno y reduciendo impuestos? Ninguna.
La reforma fiscal que viene, porque allí viene, se centrará, como siempre, en el aumento de impuestos, en la obligación de los contribuyentes de entregarle al gobierno una mayor parte del producto de su trabajo, lo cual no se justifica, nada más, porque el gobierno quiere gastar más.