AMLO ha dicho que en la segunda mitad del sexenio será necesaria una reforma fiscal, con la cual, si fuera a favor del Impuesto Único, Universal, Homogéneo, no Expoliatorio, a la Compra de Bienes y Servicios para el Consumo Final, yo estaría de acuerdo. ¿Será?
Una reforma fiscal correcta, teniendo en cuenta que lo fiscal abarca desde los ingresos hasta los egresos del gobierno, debe comenzar por responder estas tres preguntas: ¿en qué gasta el gobierno?, ¿cuánto gasta el gobierno?, ¿cómo gasta el gobierno? En términos generales (no tengo espacio para poner ejemplos), el gobierno gasta en lo que no debe, por lo cual gasta de más y, en muchos casos, de mala manera. Estas tres preguntas remiten a una sola: ¿qué debe hacer el gobierno?, ¿cuáles son sus legítimas funciones, aquellas a las que no puede renunciar sin dejar de serlo, aquellas que justifican el cobro de impuestos, es decir, obligar a los ciudadanos a entregarle parte del producto de su trabajo?
La reforma fiscal que muy probablemente vendrá, ¿comenzará por revisar en qué gasta, cuánto gasta y cómo gasta el gobierno y, dado que gasta en lo que no debe, razón por la cual gasta de más, y en muchos casos de mala manera, actuará en consecuencia corrigiendo lo que tenga que corregirse? No, por una razón muy sencilla: el gobierno, éste y cualquier otro, siempre está seguro de que gasta en lo que debe (si no no lo haría), razón por la cual está seguro de que gasta lo que debe (si no no lo haría) y, si gasta como gasta, es porque está convencido de que gasta correctamente (si no no lo haría).
La reforma fiscal que muy probablemente vendrá no comenzará por responder las preguntas en qué gasta, cuánto gasta y cómo gasta el gobierno, y pasará directamente a estas otras: ¿qué impuestos cobrar?, ¿a qué tasas cobrarlos?, ¿a quién cobrárselos?, todo a partir de la idea de que una reforma fiscal debe limitarse a aumentar, por la vía de los impuestos, los ingresos del gobierno, ¡jamás a recortar sus gastos!, y partiendo del convencimiento de que el gobierno tiene el derecho de obligar a los ciudadanos a entregarle el porcentaje del producto de su trabajo que necesite para gastar lo que considere correcto, independientemente de cuánto se cobre y al margen de en qué se gaste.
Yo apoyo la reforma fiscal a favor del Impuesto Único, Universal, Homogéneo, no Expoliatorio, a la Compra de Bienes y Servicios para el Consumo Final, que podría dar como resultado que los contribuyentes paguen menos y que el gobierno recaude más, lo cual sería un ganar – ganar. Véase:
http://www.asuntoscapitales.com/articulo.asp?ida=10260