Primera lección de economía: vivir cuesta. Mantener y mejorar la vida cuesta. Porque no se trata solamente de mantener la vida (sobrevivir con un mínimo de bienestar), sino de mejorarla (aumentar el bienestar).
Vivir cuesta porque la gran mayoría de los satisfactores deben producirse (a excepción, por ejemplo, del aire que respiramos, o de la luz del sol que nos alumbra, o del viento que mueve las aspas de los molinos), y producirlos cuesta. Segunda lección de economía: producir cuesta. Es más, dado que producir cuesta es que vivir cuesta.
Dado que producir cuesta, y dado que las necesidades son recurrentes (pueden satisfacerse totalmente pero no definitivamente: después de una buena comilona quedamos totalmente satisfechos, pero no definitivamente, ya que tarde o temprano nos vuelve a dar hambre), es que debe mantenerse la producción a lo largo del tiempo (para reponer lo que ya consumimos), para lo cual debe recuperarse el costo de producción, para lo cual debe cobrarse un precio, que debe pagar íntegramente (sin subsidio de ningún tipo), el consumidor (no el gobierno utilizando para ello los impuestos).
Inclusive en los casos en los que no hay que producir el satisfactor vivir cuesta. La necesidad más apremiante que tenemos los seres humanos es respirar (podemos sobrevivir más tiempo sin beber, la segunda necesidad más apremiante, y sin comer, la tercera, que sin respirar), el satisfactor es el aire, en concreto el oxígeno que está en el aire, mismo que no hay que producir por lo que no hay costo de producción, por lo que no hay que pagar un precio. El aire es un don de la naturaleza, que alcanza para todos, en las cantidades que cada uno necesita, y gratis. No es el producto del trabajo humano, productos que no alcanzan para todos, menos en las cantidades que cada uno quisiera, y mucho menos gratis. Sin embargo, respirar supone, aunque mínimo, un trabajo de nuestra parte: inhalar y exhalar, trabajo que realizamos inconscientemente, pero que realizamos. Vivir, aunque no se tengan que producir los satisfactores, dado que disponer de ellos supone siempre algún trabajo, cuesta.
Si vivir cuesta alguien debe cubrir el costo, lo cual se hace pagando un precio, que no puede ser cualquiera, sino el que alcance, por lo menos, para cubrir el costo de producción, garantizándose así que la producción de ese bien o servicios se mantenga a lo largo del tiempo. Garantizándose, por lo menos, que se repongan los satisfactores que ya se consumieron y, por lo más, que se produzcan más en cantidad, calidad y variedad, porque no se trata solamente de mantener la vida (sobrevivir con un mínimo de bienestar), sino de mejorarla (elevar el bienestar), para lo cual se requiere disponer de más, mejores y más variados bienes y servicios, la mayoría de los cuales deben producirse, para lo cual previamente deben inventarse, invención de nuevos satisfactores que es la esencia de la empresarialidad, actividad de los empresarios que se valora menos de lo se debería (véase: https://www.razon.com.mx/opinion/columnas/arturo-damm-arnal/empresarios-1-2-593718), como se valora más de lo que se debería la de los políticos (la mayoría cree que el problema es este político, malo, y que si se sustituye por aquel, bueno, se acaba el problema, cuando el problema es el político, sea este o aquel).
Vivir cuesta.