Los límites del nuevo modelo

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

El avance del crecimiento productivo de México durante el año pasado de 3.2% presentó rasgos singulares que confirman una nueva estrategia de crecimiento respecto a la implementada en sexenios anteriores.

En efecto, anteriormente, el pilar del crecimiento se ubicaba en el sector externo, especialmente en las exportaciones que fungían como pivote del avance económico.

Esta estrategia que resultó parcialmente exitosa se logró sobre la base de dos pilares que actualmente brindan a la economía mexicana un sustento muy fuerte para el crecimiento y sus perspectivas a la luz del reciente proceso de relocalización de inversiones o el llamado nearshoring.

El logro de la estabilidad macroeconómica que permite al país funcionar con una baja inflación (la autonomía de Banxico es un bastión fundamental en este aspecto) y la conformación de una planta industrial en la frontera y el Bajío (bajo la reglamentación del TLCAN y, posteriormente, del TMEC) son los pilares que exitosamente consolidaron el crecimiento y la posición de la economía en los mercados internacionales especialmente en América del Norte.

Empero, hablamos de un éxito parcial en la medida que el modelo de crecimiento anterior no logró resarcir los enormes rezagos en términos de desarrollo regional, informalidad laboral y pobreza. Con la actual administración, la estrategia de crecimiento camina por un rumbo un tanto diferente a fin de reducir los rezagos existentes. Si bien se ha mantenido los logros obtenidos, e incluso, fortalecido en algunos casos, pues somos testigos de que prevalecen la macroeconomía estable y las inversiones en la industria manufacturera de exportación; la nueva estrategia apunta cambios sustanciales en los ámbitos regional y social.

En esencia, el cambio proviene de una orientación e impulso mucho mayor al consumo de las familias a través de incrementos sustanciales a la ayuda a través de los programas sociales, al salario mínimo y, en adición, viene apoyando el acelerado crecimiento de las remesas familiares. Ello ha promovido un mayor crecimiento económico especialmente en el sur del país.

En paralelo, la mayor inversión pública y las perspectivas derivadas del nearshoring han generado un efecto multiplicador en la inversión privada que, medida como porcentaje del PIB, alcanzó el año pasado un nuevo récord.

En consecuencia y a grandes rasgos, la estrategia de la actual administración enfoca mayor impulso a la demanda doméstica, ello se ha traducido en los últimos dos años en avances del PIB superiores a 3% y también superiores al 2.5% promedio que caracterizó a las décadas anteriores.

Este año será más complicado, pues el consumo ya comienza a dar muestras de desaceleración por efecto de la mayor inflación en alimentos, la pérdida importante del poder adquisitivo de las remesas y por el impacto que tiene sobre el empleo la caída en las exportaciones de manufacturas (que responde al menor dinamismo de ese mercado en EU). Como contrapesos está la dinámica de avance de la inversión y el mayor déficit público. En el balance las expectativas apuntan a un crecimiento ligeramente mayor al 2.0%.

Seguramente, esta dinámica se extenderá hacia el próximo año, cuando el siguiente Gobierno (gane quien gane) tendrá que ajustar el gasto a fin de no desestabilizar la economía. Es en este punto donde surgen las dudas, pues el margen de maniobra fiscal ha llegado a su límite. Mantener los esfuerzos de ayuda social y promover la inversión pública requieren de mayores recursos y de un sano manejo de la economía. El reto es mayor, hay que estar atentos a las propuestas.

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