Arturo Vieyra

Paquete económico 2023: optimismo y austeridad

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El reciente paquete económico y fiscal presentado por el Ejecutivo presenta de nueva cuenta elementos discordantes con la percepción de la mayoría —si no es que todos— de los analistas económicos. El marco macroeconómico, a la luz de los actuales riesgos, luce cargado de un optimismo muy acentuado. Ya es una costumbre que el documento de Criterios Generales de Política Económica (CGPE) se publique desafiando las expectativas de analistas y organismos internacionales.

Destaca un pronóstico oficial de crecimiento económico muy favorable de cara a los importantes riesgos de desaceleración económica mundial que actualmente prevalecen. De un rango de crecimiento esperado para el PIB de México entre 1.9% y 3.0% en 2023 (cuyo punto medio de 2.1% está por arriba del consenso de 1.5%), se toma como pronóstico puntual el límite superior. Este sesgo hacia arriba es compatible con la estimación del PIB de Estados Unidos que luce también muy optimista (1.8% versus 0.7% el consenso), que incluso, de facto descarta un escenario de desaceleración aguda, como lo anticipan los analistas de ese país.

En cuanto a la inflación, el pronóstico oficial de 3.2% resulta por debajo de las expectativas, pero en línea con la trayectoria de Banxico. Asimismo, Hacienda anticipa estabilidad en tipo de cambio nominal, mientras los pronósticos recientes apuntan hacia una ligera depreciación.

Si bien estamos refiriéndonos a pronósticos, que no son datos y, por tanto, ni analistas ni gobierno tienen la verdad absoluta, la sobrestimación de los pronósticos del marco macroeconómico respecto al consenso podría incorporar un sesgo positivo en el cálculo de los objetivos fiscales, particularmente en materia de ingresos tributarios, y por tanto, de no cumplirse el escenario oficial, implica un riesgo mayor sobre la estabilidad fiscal.

En cuanto al planteamiento de la meta fiscal para el próximo año, la estrategia no cambia. El objetivo es mantener la disciplina en las finanzas públicas a través de una continuada mejora en la recaudación de ingresos (con un sesgo claramente precautorio) y una persistente austeridad en el gasto.

Por el lado de los ingresos, los petroleros están determinados bajo un estimado del precio del petróleo (definido por una regla establecida) que parece bajo frente a las perspectivas de los mercados de futuros y, por tanto, luce precautorio —como debe establecerse—, ello podría compensar parcialmente el optimismo sobre la premisa del crecimiento.

Respecto a los ingresos tributarios, Hacienda tiene la expectativa de que se desacelere la recaudación de forma importante en materia de IVA e ISR. El impulso al crecimiento de los ingresos tributarios deriva principalmente de la eliminación del subsidio a las gasolinas que implica una recuperación del IEPS.

Por el lado del gasto, aunque el programa proyecta un avance real de 3.4%, éste viene dado principalmente por el aumento en el costo financiero que crece por el aumento en las tasas de interés. El gasto programable sólo avanza 0.8% real (igual que los ingresos).

Como resultado, se anticipa un ligero aumento del déficit público para alcanzar un nivel de 4.1% del PIB y un déficit primario de sólo 0.2% del PIB. La deuda pública se estabiliza en 49.4% del PIB.

En síntesis, la lectura de los CGPE es a mi juicio negativa, parte de supuestos muy optimistas y propone continuidad en la política fiscal que, si bien mantiene las cuentas fiscales en orden y sigue dando prioridad a los programas sociales y obras prioritarias, carece de un apoyo sustancial al crecimiento.