Hacia finales del primer semestre todo parecía ir avante con la macroeconomía, la recuperación económica daba claras señales a través de diversos indicadores y las expectativas de crecimiento del PIB se incrementaban paulatinamente, se esperaba un aumento temporal de la inflación para luego descender hasta niveles cercanos al 5% al final de este año y alrededor de 3.5% para el año siguiente. Las expectativas también apuntaban a que Banxico mantendría la tasa de interés, esperando a sus pares en Estados Unidos para el inicio del ciclo alcista.
Sin embargo, el panorama se ha venido modificando. Dos hechos marcan un deterioro en el panorama. En primer término, las preocupaciones sobre la inflación son crecientes. Su comportamiento ha quedado persistentemente arriba de las expectativas quincena tras quincena, el componente subyacente del INPC —que da cuenta de la trayectoria de la inflación en el mediano plazo— continúa mostrando una tendencia ascendente en su tasa anual, creció en julio 4.66%, mientras que la inflación general muestra cierta resiliencia a la baja con una tasa anual de 5.8%.
En segundo lugar, la tercera ola de contagios Covid viene con mucha fuerza, el resurgimiento de la pandemia a nivel nacional y global es ya un motivo de seria preocupación. Aun cuando las expectativas sobre el crecimiento no se han deteriorado, la nueva expansión de la pandemia no deja de ser un freno al mejor desempeño económico esperado, en especial en los negocios del sector servicios.
En adición, como consecuencia de las preocupaciones sobre la inflación, Banxico anunció un sorpresivo incremento de la tasa de interés de 25 puntos base llevándola hasta 4.25%. La medida, sumada a las opiniones divergentes y en ocasiones provocadoras de algunos miembros de la Junta de Gobierno motivaron desconcierto e incertidumbre en torno a la posible trayectoria de la política monetaria.
¿Qué tan preocupante es el cambio del panorama económico surgido en el tercer trimestre? Es una pregunta esencial. Desafortunadamente, la incertidumbre es el principal elemento que empaña la perspectiva económica.
Por fortuna, los impactos sobre la salud y la economía no serán de la enorme magnitud de que vimos en las dos olas anteriores. Principalmente, la tasa de letalidad de los contagios ha disminuido sensiblemente gracias al proceso de vacunación, ello ha dado margen a las autoridades federales y locales para mantener menores restricciones a la actividad económica y, en consecuencia, defender los niveles de empleo. Un tanto irónicamente podríamos decir que, el rojo de este agosto no es el rojo de mayo del año pasado.
El elemento más preocupante es la inflación, empero, considero que no deben sobreestimarse los riesgos al alza. Hacia adelante, la inflación mostrará una tendencia a la baja. Persiste el componente “transitorio” derivado de la baja base de comparación anual principalmente en las tarifas ligadas al turismo, los precios internacionales de commodities parecen haber llegado a su pico, el precio del gas LP será regulado y/o contenido, los precios de la gasolina no tendrán incrementos de consideración, hay estabilidad en el tipo de cambio y todavía hay una capacidad ociosa importante en la economía. En este sentido, Banxico podría aligerar la subida de tasas que el mercado está previendo de forma acelerada en este año. En general, se complicaron las cosas, pero el deterioro no parece todavía ser sustancialmente mayor.