El Inegi confirmó un avance de la economía mexicana de 3.1% durante 2022, desafortunadamente, el avance no fue homogéneo, la dinámica de la producción nacional vino decreciendo a lo largo del año pasado. Incluso, es posible que dicha tendencia continúe, ya que según cálculos propios y de los analistas financieros estimamos un avance mucho menor entre 1 y 1.5% para todo este 2023.
El menor crecimiento se explica por la amenaza de recesión (al menos dos caídas trimestrales consecutivas del PIB) en Estados Unidos, con el propósito de reducir la inflación. Ello tendrá un impacto importante sobre nuestra economía al frenar el avance de las exportaciones, de las remesas, e incluso, de la inversión.
Este panorama pesimista se ve atenuado por dos elementos significativos. El primero se refiere a que, contrario a lo que vimos al final del 2022, hay todavía resiliencia de la actividad económica en enero. En efecto, de acuerdo con el reporte del Inegi sobre comercio exterior, los flujos tanto de exportaciones como de importaciones dan signos de fortaleza.
Comenzando por las exportaciones, notamos principalmente que los envíos de las manufacturas continúan avanzando a tasas de dos dígitos tanto en el segmento automotriz como en los otros sectores. También las exportaciones petroleras muestran avances, pero son menores. En cuanto a las importaciones también llamó la atención que en el primer mes del año las compras en el exterior, en especial de consumo, mantuvieran un dinamismo aceptable. Quizá en este caso pese más la fortaleza del peso frente al dólar que un sostenido aumento de la demanda, pues éste último no lo hemos visto en otros indicadores.
Esta dinámica da pie al segundo elemento. El cada vez más nombrado proceso del “nearshoring” está impactando positivamente las expectativas de crecimiento mexicano por una posible expansión de la inversión ligada a la actividad exportadora. Basta mencionar la noticia de una importante inversión en el sector automotriz en el norte del país, la cual traerá aparejada flujos adicionales y adyacentes a tal inversión. Sin duda se trata de una buena noticia producto de las ventajas comparativas de nuestro país como potencia exportadora y de la disposición del gobierno a favorecer la inversión privada.
Aquí está en consecuencia, uno de los mayores retos para la economía mexicana. Este proceso de nearshoring derivado por el conflicto comercial entre China y Estados Unidos abre una enorme ventana de oportunidad para México; sin embargo, su consolidación no vendrá sola, además de que se corre el riesgo -no despreciable- de no aprovecharla.
Ya hay evidencia de que la fuerza de China está disminuyendo en el mercado norteamericano. Antes de la pandemia las importaciones de Estados Unidos provenientes de China representaban el 24.5% del total de las compras manufactureras foráneas; actualmente la participación de los productos chinos ha descendido hasta 18.5%. Considero que es difícil que China logre recuperar el terreno perdido, e incluso, puede seguir perdiendo.
Desafortunadamente esta pérdida de mercado no tuvo impacto en las exportaciones mexicanas, pues si bien mantuvieron la participación en las importaciones manufactureras de Estados Unidos (14.5%) en los últimos tres años, la ganancia fue capturada por otras regiones y/o países, especialmente en Asia. En consecuencia, no vienen gratis las ventajas del nearshoring habrá que trabajar fortaleciendo el ambiente para la inversión y seguir apoyando la inversión en infraestructura. El reciente acuerdo con la firma automotriz es un paso adelante en ese sentido que fortalecerá al sector exportador como pilar del crecimiento.