Bernardo Bolaños

Analistas crispados

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La angustia por la situación política del país caldea los ánimos. Circulan pronósticos alarmistas que especulan que cuando la Corte analice las fallas de procedimiento en la aprobación de las reformas de la madrugada del viernes 28 de abril, su resolución servirá de pretexto para que el oficialismo se queje y agite a la opinión pública contra el orden constitucional. Tuiteros alarmados usan expresiones como: “Estamos en el punto de no retorno”.

No quiero caer en esas narrativas. El actual grupo gobernante no necesita hacer eso, puede ganar las elecciones federales de nuevo. No la tiene segura, pero sí más fácil que recurrir al complot que imaginan varios columnistas de opinión. Ricardo Raphael teme que se consume un supuesto plan de Palacio Nacional de “quitarse de encima cualquier control constitucional que aún le limite”, pero yo creo que ni siquiera habría tiempo. Morena y aliados no tienen mayoría para reformar la Constitución. Además ¿qué necesidad tendrían de “arrebatar” a la mala el poder que ya tienen y que no hay indicios lo vayan a perder en el corto plazo? ¿Hacerlo, además, por una vía más turbulenta y costosa que las urnas? La oposición que tienen enfrente ni siquiera es favorita para 2024, carece de un liderazgo claro y de popularidad suficiente. En cambio, el oficialismo tiene la mayoría de las gubernaturas.

Usando la famosa navaja de Ockham, hay una explicación más simple: a AMLO no le gusta el Inai por su costo y porque le incomodan las revelaciones que a partir de él consigue la prensa, además de que Morena quiso sacar adelante su agenda legislativa, “haiga sido como haiga sido”. Ahora presionarán a la Corte, seguramente, pero no es seguro que estiren la liga hasta romperla.

El problema de las interpretaciones crispadas de la situación política es que hacen casi imposible debatir los grandes temas nacionales, porque nos colocan en permanente estado de urgencia ante la inminente tragedia.

En estas últimas semanas, el pueblito de mis vacaciones infantiles ha sido campo de batalla de los dos más grandes carteles. Si prescindiéramos de exageraciones, reconoceríamos que, si la militarización que propone el gobierno es un peligro contra la democracia, también lo es el avance del crimen organizado. Y, por su parte, el oficialismo concedería que se puede desear que la Guardia Nacional apañe a los delincuentes, pero eso no obsta para reconocer que no deben fortalecerse indefinidamente las fuerzas armadas. La polarización es la falacia, la ponderación de los dos México es lo sensato.

Tal vez un día nos arrepentiremos de haber gastado nuestra energía en una lucha de bloques políticos. Vienen los verdaderos bárbaros, mientras los monjes bizantinos de hoy discutimos cuántos adversarios cabrían en la cárcel por corrupción, o por supuesta conspiración contra la democracia.

Esta última, según Condorcet, es una ponderación: se agregan y clasifican las preferencias de todo el Pueblo y se obtiene el resultado, ¡siempre y cuando esas preferencias no estén manipuladas y deformes por el chantaje de la urgencia permanente!