No hay en París una calle dedicada a Robespierre. Y, sin embargo, fue él quien popularizó el lema Liberté, égalité, fraternité. El llamado “incorruptible” fue también un personaje preocupado por los pobres y, al principio, por los derechos humanos; fue partidario del sufragio universal y de la revocación de mandato, así como de una república fundada en la soberanía del pueblo.
Incluso, Robespierre se oponía originalmente a la pena de muerte, aunque hoy sea recordado por las ejecuciones ocurridas cuando gozó de más poder. Fue un transformador, pero también se radicalizó y apoyó la eliminación, en la guillotina, de sus adversarios a la izquierda y a la derecha, incluso la de sus compañeros montañeses, como Danton y Desmoulins. En particular, Robespierre destruyó el derecho a un juicio justo al promover la Ley Prairial, que permitía ejecutar a los “enemigos del pueblo”, basándose en meras convicciones subjetivas de su culpabilidad.
Como consecuencia lógica de esa deriva hacia el gobierno mediante el terror, la caída de Robespierre no fue un mero complot de ricos y aristócratas. Sus propios compañeros sobrevivientes también prefirieron deshacerse de él y salvar así el pellejo, además de vengarse.
Escribo sobre el “incorruptible” porque en México, muy temprano en el actual Gobierno, se reformó la Constitución para someter a prisión preventiva oficiosa a los sospechosos de corrupción y otros delitos. Es decir, cárcel a los meramente acusados. Más tarde, también se ha destruido la presunción de inocencia de adversarios políticos que se presentaron voluntariamente a declarar por delitos que ni siquiera están mencionados en el nuevo artículo 19 constitucional.
En otros ejemplos de intolerancia, se ha acusado de “crimen organizado” a un puñado de científicos y, recientemente, se destituyó a un poderoso funcionario por organizar una boda. ¿Qué es lo que fue tan escandaloso de esa última fiesta? Para la opinión pública, que se realizara en el extranjero, aunque no en Dubái, ni en París, sino en Antigua, Guatemala. Cerquita, pues. Y los ravioles rellenos de queso brie con sorbete de limón y demás viandas que se sirvieron no eran particularmente ostentosas para una ocasión tan importante.
Es dudoso que la verdadera razón del despido haya sido la boda. Más probable, piensan algunos, es que las diferencias de Nieto con Gertz y AMLO hayan llegado demasiado lejos. O, como ha dicho Lydia Cacho, que la UIF pisara callos de políticos y grandes capos. Lo increíble es que la ingenua sociedad se crea la narrativa de que los altos funcionarios de la 4T no tienen derecho de “tirar la casa por la ventana” y que su deber es hacer política en lo oscurito, en casas particulares y velorios (austeros, eh).
¿En el futuro existirán muchas calles con el nombre del actual titular del Ejecutivo federal? Como vimos, con independencia de que logren o no transformaciones importantes en la vida pública, los supuestos incorruptibles no siempre tienen asegurados altos niveles de aprobación post mortem; se quedan solos.