Bernardo Bolaños

Canadá ¡Otro pulmón del planeta en riesgo!

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Este año los incendios forestales en Canadá han sido inéditos y terroríficos. Hasta el 15 de julio, 4 mil 120 incendios habían quemado 10 millones de hectáreas y de los 898 incendios forestales activos, 578 estaban fuera de control.

Los bosques boreales canadienses, también conocidos como taiga, juegan un papel crucial en el sistema climático del mundo. Son importantes sumideros de carbono, lo que significa que absorben y almacenan grandes cantidades de bióxido de carbono. Esto ayuda a que el cambio climático no se dispare hacia escenarios apocalípticos.

A veces se cree que el Amazonas es un sumidero mayor de carbono. No es completamente cierto. Aunque la selva amazónica secuestra carbono a una tasa mayor (de alrededor de 1.5 toneladas métricas de carbono por hectárea al año, mientras que los bosques boreales capturan carbono a una tasa de 0.9 toneladas métricas de carbono por hectárea), en realidad la contribución total de los segundos es mayor por su extensión. Los bosques boreales están en Canadá, Rusia y Escandinavia. En conjunto, almacenan el 22 por ciento de las reservas mundiales de carbono forestal, mientras que la selva amazónica almacena el 17 por ciento. Tanto si desaparecen los bosques boreales o si la Amazonía se transforma en una sábana, nos lleva la chimoltrufia. Ambos son pulmones de la Tierra.

No hay duda de que los incendios forestales del 2023 en Canadá están asociados al cambio climático. El invierno más corto produce un bosque más seco en verano. Las tormentas eléctricas aumentan el número de relámpagos, que sirven de chispas mortales.

Pero una causa igualmente poderosa de la tragedia en Canadá es la precariedad de los combatientes de incendios. En ese país, el 70 por ciento de los bomberos son voluntarios. Lo hacen gratuitamente o con un magro estímulo fiscal, porque alguien tiene que proteger del fuego a sus casas y a sus familias. Pero estos héroes tienen otros trabajos remunerados. Y el resto, 30 por ciento de los apagafuegos profesionales y pagados, se encuentran entre los trabajadores más modestos del país. Las personas prefieren trabajar en las minas y en la industria minera antes que jugarse la vida enfrentando incendios o contraer enfermedades por respirar el humo, a cambio de un salario irrisorio.

México, Estados Unidos y Canadá deberían unir esfuerzos en el combate a los incendios forestales.

El estado de California ha recurrido a los internos de los penales para combatir el fuego en áreas naturales. En México, en mayo de 2019, el humo de éstos enrareció el aire del centro del país. La opinión pública cuestionó la suspensión del “Programa de empleo temporal para el combate a los incendios forestales” y la reducción del presupuesto de la Conafor.

En vez de estos errores comunes a los tres países, hace falta una coordinación trinacional para combatir el fuego, con tecnología de punta y una flota de aviones contra incendios lista para actuar localmente o acudir al país vecino. Pero, por encima de todo, es necesario dignificar la tarea del combatiente de incendios forestales y pagarla y reconocerla como se merece.