El conflicto en Medio Oriente es un recordatorio de la necesidad de respetar lo que el filósofo argentino de 96 años de edad, Ernesto Garzón Valdés, llama un “coto vedado”, en el contexto de los derechos humanos y de la guerra. Especialmente en una región marcada por décadas de tensiones y enfrentamientos, es esencial recordar y repetir, las veces que sea necesario, que hay límites éticos y humanitarios que deben prevalecer a toda costa, sin importar las circunstancias.
Este “coto vedado” debe abarcar tres áreas fundamentales que se relacionan con los derechos humanos y la dignidad humana: libertades personales y del ciudadano, satisfacción de necesidades básicas y límites a la guerra.
Desde hace dos siglos, cuando se habla de derechos humanos se alude a respetar libertades fundamentales, como la libertad religiosa, la de opinión, la de participación política. Esto significa que el conflicto en Medio Oriente no debiera servirle de pretexto a políticos populistas de América Latina para respaldar a una organización islamista radical como Hamas, que viola los derechos de las mujeres y las libertades de expresión, de movimiento y de asociación de los palestinos de la banda de Gaza, además de practicar actos de terrorismo y crueldad gore contra israelíes. Tampoco debe servirle a la extrema derecha israelí para legitimarse. Si bien la seguridad es un objetivo legítimo, no es excusa para caer en el estado de excepción permanente, en la tiranía y el olvido de los derechos humanos.
En segundo lugar, el “coto vedado” se extiende a no ignorar las necesidades básicas de las personas. A pesar de las tensiones y del conflicto, necesidades humanas esenciales como la alimentación, la vivienda, la atención médica y la educación deben ser atendidas. Cancelar, mediante un sitio draconiano de la banda de Gaza, electricidad, comida y agua a los palestinos, es una violación dolosa de la dignidad humana y de los derechos humanos.
En tercer lugar, en el contexto actual de la guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamas, está la obligación de no incurrir en crueldad innecesaria en el conflicto armado. La teoría de la guerra justa establece que incluso en el calor del combate, se deben respetar los principios de distinción y proporcionalidad. Esto significa que se debe hacer un esfuerzo consciente para distinguir entre combatientes y no combatientes, y que el uso de la fuerza debe ser proporcional al objetivo militar legítimo. La crueldad innecesaria, como el ataque deliberado a civiles o bienes civiles, no sólo es inmoral, sino que también viola las leyes internacionales humanitarias.
No es tan difícil posicionarse, exigir que se respete el “coto vedado” en Medio Oriente: las libertades fundamentales, además de atender necesidades básicas y evitar la crueldad innecesaria. Son imperativos morales que deben ser invocados en todas las circunstancias, por todo gobierno. A pesar de la complejidad de la región y sus desafíos, estos principios son universales y deben servir como guía para evitar la bajada de la humanidad a los infiernos.