Crimen organizado, desorganizado y cambio climático

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

“Las temperaturas más elevadas encienden la violencia de las bandas criminales en México”, afirma Marshall Burke, de la Universidad de Stanford, en el nuevo libro coordinado por la joven Greta Thunberg.

El profesor agrega que esa conclusión es el resultado de un estudio cuidadosamente diseñado “para aislar el papel de las variables climáticas entre una miríada de otros factores que podrían provocar conflictos”.

Sin embargo, en México hay que tener cuidado al citar dicha investigación. El comediante Chumel Torres se burló de una alcaldesa porque, tras conocer un resumen de la BBC, ella declaró que los homicidios aumentan por “la calor”. Algunos colegas míos también desconfían de los enfoques climáticos cuantitativos del norte.

¿Qué dice el estudio de la discordia? Científicos liderados por Edward Miguel recogieron el dato del número de muertes relacionadas con narcotráfico y otras no relacionadas con éste, en México, entre 2007 y 2010 (sí, los años en los que el gobierno de Calderón separó así el conteo). Encontraron que durante los meses de calor aumentó todo tipo de muertes violentas (incluidos suicidios). Infirieron que no se trataba de crímenes motivados por la ambición económica, pues no subieron las extorsiones, ni los robos de autos. Por lo tanto, si no había codicia asesina, se trataría del impulso criminal desencadenado por las altas temperaturas.

¿Cuatro años de estadísticas, de tiempos de Genaro García Luna, prueban la relación entre calor y violencia? También lo dudo. Pero hay otros estudios, en otras regiones, que llegan a conclusiones similares. Y, en vez de las burlas de Chumel, necesitamos análisis meticulosos. No sólo estadísticos. Por ejemplo, son valiosas las entrevistas a profundidad a quienes presenciaron la violencia durante olas de calor.

Los autores del famoso estudio desprecian las políticas públicas de prevención de violencia por altas temperaturas, porque observaron que el programa Progresa no disminuyó esos brotes de criminalidad por calor.

Su conclusión es apresurada. Lo que es cierto es que debemos ir más allá del enfoque costo-beneficio en criminología y tratar de comprender la dimensión emocional. Así como, en un crimen pasional, el feminicida no busca obtener una recompensa monetaria, en otras violencias catalizadas por el calor tampoco existe un botín, ni las ayudas monetarias las previenen.

Por eso no tiene sentido aumentar indefinidamente las penas, para hacer pagar un precio más alto a los criminales. Éste no es un tema de precios.

Todos nos hemos arrepentido de haber explotado alguna vez (“¡no te quiero volver a ver!”), de lanzar un primer puñetazo, etc. El cambio climático nos obliga a regresar al estudio de los crímenes pasionales, emocionales, porque serán más frecuentes.

No se trata de una visión racista y falsa que afirme, por ejemplo, que “África es más violenta porque hace mucho calor”. De hecho, es América Latina la región más violenta del mundo y este problema se asocia con la desigualdad. Pero, en todo el mundo, los días más calurosos son también aquellos en los que las emociones criminales pueden estallar más fácilmente.

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