Perdone usted, amable lector, por divulgar consejos que corresponden a la Secretaría de Salud, pero ésta no lo hace. ¿Qué tipo de cubrebocas debemos usar en una oficina, restaurante o en una calle abarrotada de gente?
El subsecretario López-Gatell insiste en que el cubrebocas es útil para no contagiar, pero no para protegerse del contagio. Que llevar mascarilla es un acto altruista, para los demás, pero no protector para mí mismo. Aunque lo haya repetido cien veces, eso está siendo refutado por destacados científicos. Así como las mascarillas KN95 protegen al personal de salud, los mejores cubrebocas de tela pueden bloquear un porcentaje elevado de virus. Como explica nuestro Nobel, Mario Molina, la fisicoquímica de las partículas finas que acarrean virus nos muestra que no viajan en línea recta: las que no son bloqueadas por la capa exterior del cubrebocas pueden ser atraídas, gracias a la electricidad estática, por los hilos de la segunda o tercera capas. Así, cuando llega usted a su hogar y lava con jabón su mascarilla contaminada ¡listo! ¡Logró impedir que muchos de esos aerosoles penetren directamente hasta sus alveolos pulmonares!
Y los virus que sí lograrán meterse a su cuerpo es posible que produzcan efectos infecciosos más leves o asintomáticos. Porque la dosis importa, explican la doctora Monica Gandhi de la Universidad de California y muchos otros médicos.
No sorprende que las autoridades de Salud ni siquiera puedan orientarnos para elegir nuestros cubrebocas, pues no aceptan su carácter protector para quienes los portan adecuadamente. Ya ha habido reporteros que ingenuamente preguntan si los modelos de neopreno que venden (caros) en la calle son buenos. Sin respuesta. Por eso me di a la tarea de leer y escuchar a varios expertos.
De entrada, el doctor Alejandro Macías sí responde inmediatamente que los cubrebocas de neopreno no sirven, pues no podemos respirar a través de ellos. Yo lo supe cuando compré para toda mi familia en un puesto de periódicos (a 30 pesos cada uno).
El fiasco de los cubrebocas de neopreno nos recuerda la importancia de elegir una mascarilla suficientemente delgada para poder respirar a través de ella, pero bastante gruesa para que obstruya las partículas con virus. Ese equilibrio no es una receta patentada, ni única. Davies y otros (2013) alaban los cubrebocas hechos con dos capas de paño de cocina (tea towel). Konda et al (2020) encontraron que los cubrebocas de edredón de algodón o los híbridos de tela de algodón y chifón sintético son muy efectivos. Franela y algodón también hacen una muy buena combinación.
Curiosamente, yo no tengo todavía los cubrebocas recién descritos. Gracias a la recomendación de ciclistas, uso sobre todo el que compré contra partículas PM 2.5 antes de iniciada la pandemia. Es de dos capas de algodón con un filtro de carbón activado en medio.
Un detalle muy importante es el del sellado. El mejor cubrebocas con resorte flojo es peor que los de tela común pero bien ajustados. No lo digo yo, sino muchos científicos.