Dinero sucio e injerencia extranjera

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

El dinero sucio es sólo de quienes tienen dinero. Los pobres están limpios de crímenes financieros no porque sean más buenos, sino porque no les sobran los billetes bien habidos, ni mal habidos.

Al anterior axioma hay que sumar otro: a la izquierda la suelen financiar sindicatos, a la derecha empresarios y, a ambas, algunos mafiosos buscando protección. A ambas. Esto tiene que probarse en cada caso, pero no hay una ideología que sea más hostil que otra a aportaciones de capos y maleantes. Por lo tanto, los reportajes sobre dinero del crimen en las campañas sean en México, en Colombia o en cualquier otra parte, no pueden esquivarse como los toreros esquivan al miura, con una capa y un gesto del brazo. Hay que refutar los presuntos hechos. No basta con gritar que se trata de un complot de comunistas o de banqueros, nacionales o extranjeros.

Hay otra verdad obvia en materia electoral: sindicatos, empresarios y mafiosos no sólo aportan en efectivo a las campañas, sino en especie, en forma de favores. Contribuciones pueden ser: mandar a los empleados a pintar bardas o hacer un reportaje a la medida. No debió sorprender tanto que, precisamente en año electoral en México, la revista ProPublica publicara una investigación sobre supuestos aportes del narcotráfico en 2006. Pero no siendo asombroso, sí es obvio que debe tomarse con un grano de sal, leerse como parte de la batalla de comunicación electoral. Se trata de una revista extranjera, igual que The Economist, que también se interesa hoy en nuestro mundillo político. ProPublica y The Economist son medios tan extranjeros como Canal RED, donde el alter-izquierdista Pablo Iglesias, desde España, hace reportajes excelentes contra el libertario argentino Milei y a favor del izquerdista colombiano Petro.

El voto es local y nacional, pero el debate democrático es necesariamente global en una era en la que el planeta está conectado. Ya en los años setenta del siglo XX un griego de apellido Costa-Gavras contribuía a la debacle electoral del comunismo en Francia, tras un filme sobre el estalinismo: La confesión. Un par de años después, el mismo Costa-Gavras desnudaba los crímenes de la CIA en Uruguay con Estado de sitio. Tanto la derecha como la izquierda francesa lo acusaron de propagandista, injerencista y manipulador. Pero hoy sabemos que Costa-Gavras estaba narrando hechos verdaderos y que era imposible refutarlos… porque ambos eran ciertos.

Han cambiado las plataformas: mientras que antes reinaba la televisión concesionada por el Estado y las películas proyectadas en enormes salas de cine, hoy tenemos los medios digitales y el riesgo de que magnates de Silicon Valley traten de influir en las elecciones, manipulando redes sociales, importante arena de discusión. Vigilemos y tengamos pensamiento crítico. Si en las elecciones del 2006 surgió el mito de un “algoritmo Hildebrando”, hoy los algoritmos sí buscan lavarnos el cerebro.

Somos ciudadanos mexicanos y globales, tratemos de pensar, a pesar de todo. Los presuntos hechos que alegan medios extranjeros no son más, tampoco menos importantes.

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