Plan C con perspectiva de género

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El Maximato tuvo lugar entre 1928 y 1934. Calles gobernó de manera indirecta a través de presidentes “palomas”, como se les llamaba. El caudillo ejerció una influencia significativa sobre Portes Gil, Ortiz Rubio y Rodríguez. En 1934, Lázaro Cárdenas lo mandó a volar, rompió con su influencia metaconstitucional.

Hace unos meses, me parecía que hablar de un eventual Maximato era sexista. Discutir si durante la Presidencia de Claudia Sheinbaum se repetiría la experiencia de Plutarco Elías Calles con sus primeros tres sucesores era injusto. Había que darle a la candidata el beneficio de la duda.

Carlos Illades veía una especie de Maximato en el proceso de selección de las llamadas “corcholatas” y en el hecho de que AMLO enviara un paquete final de iniciativas de ley, determinando así en gran medida el siguiente sexenio. José Ramón Cossío afirmaba que viviremos un Maximato entendido como la continuidad de AMLO en el liderazgo de su movimiento político. Lorenzo Meyer lo negaba.

Pero la discusión sobre un supuesto nuevo Maximato la han tenido no sólo Illades y Cossío, entre otros intelectuales varones. Denise Dresser ha escrito del “Maximato reinventado como Obradorato”.

Emilio Lezama consideraba que, era difícil ver un escenario en el que Sheinbaum no tuviera que apoyar la consulta de revocación de mandato. Y de ello concluía: “Esto significa que, para todo efecto práctico, los primeros tres años de su mandato serían de campaña política. Quien gane la Presidencia, tendrá que volver a ganarla tres años después. El problema es que, a diferencia del Presidente, Sheinbaum no tiene un capital político propio, y al no tener la inmunidad popular que tiene AMLO, la oposición política va a liberar contra ella toda la carga que no ha podido o no ha surtido efecto este sexenio”.

El resultado del 2 de junio refuta la hipótesis de Lezama de que Claudia Sheinbaum carece de arraigo popular y de capital político personal. Superó en número de votos a López Obrador. Tiene apoyo en todas las clases sociales y edades. Los memes y comentarios sobre su rostro adusto son frívolos, porque el carisma político es algo más profundo que una sonrisa publicitaria (Lazaro Cárdenas también fue serio y poco sonriente).

Sin embargo, las opiniones de Dresser, Illades y Cossío no han sido refutadas. La futura Presidenta había sugerido ajustes a la reforma judicial, pero AMLO ha salido a reafirmarla tal como la envió. Gerardo Esquivel (del equipo de Sheinbaum) ha mostrado, con números, que la austeridad buscada con las reformas nos podría salir más cara tras el aumento percibido del riesgo-país y la consecuente depreciación del peso y caída de la inversión.

Quienes insinúan que “ni modo”, que eso se ofreció en campaña, pregúntense: ¿Fue en un contexto democrático o presidencialista? ¿Y la perspectiva de género? Dado el sexismo de los hombres que la presionan, Sheinbaum tiene derecho de ser autónoma. En Colombia, cuando el presidente Álvaro Uribe apoyó a Juan Manuel Santos como sucesor, era por su agenda belicista. Pero éste se liberó del caudillo, llevó la paz a su país y hoy es Premio Nobel.