Algunos abogados garantistas se indignaron cuando, en 2019, Rosario Robles, acusada originalmente por el delito de “ejercicio indebido de funciones públicas” (que no está previsto en la Constitución para recibir prisión preventiva oficiosa), quedó sujeta a prisión preventiva justificada tras una supuesta duplicidad en licencias de manejo.
Al principio parecía la obstinación de un juez aislado, negándose a aplicar alguna de las doce medidas diferentes a la prisión, presentes en el Código Nacional. Pero poco a poco quedó claro que se trataba de una operación por “razón de Estado”. El fiscal general lo confirmó en el Colmex: mientras Lozoya cooperó, Rosario se negó a hacerlo en un caso de enorme interés nacional. Y, la verdad sea dicha, no sólo fue el Estado, también la opinión pública presionó al Poder Judicial; hubo ciudadanos indignados exigiendo destituir a los magistrados que, en algún momento del proceso, le concedieron a Robles una simple suspensión en amparo.
Conocemos la historia que vino después. La acusada vio que el panorama se ennegrecía definitivamente cuando Emilio Zebadúa aceptó ser testigo colaborador y ella fue imputada por delincuencia organizada. Entonces aceptó ser también testigo colaborador.
Se viene ahora un gran proceso por la llamada Estafa Maestra. El juicio a la cleptocracia. La imputación a Videgaray y quizá a Peña Nieto. Miles de millones de pesos se desviaron, aparentemente hacia campañas políticas, y enlodaron a nuestras universidades públicas. El proceso podría convertirse en un logro histórico de la sociedad mexicana, de la valiente auditora Muna Dora Buchahin, que encontró la hebra, y de los reporteros de Animal Político que continuaron la investigación. Y preside esta campaña anticorrupción el fiscal Gertz, formalmente autónomo; pero no neguemos lo obvio: AMLO se verá beneficiado en momentos en que le cuestionamos, yo incluido, la ineficacia y el clientelismo asociados a sus nuevos programas sociales. Tal vez las ayudas directas de AMLO no cuenten con un padrón transparente y estén mal focalizadas y poco auditadas, ¡pero la Cruzada contra el hambre era peor: un teatro criminal!
Así, los partidos de oposición podrán tratar de repudiar la actual manipulación de los recursos públicos con fines partidistas, como la promoción de los superdelegados de AMLO convertidos en candidatos de Morena a gobernadores. Pero el Presidente insinuará: “no hay comparación”. Y repetirá su clásico: “están moralmente derrotados”. De eso no me alegro. Urgen contrapesos.
La vara está ahora más alta para una oposición todavía en el suelo y dividida. El Leviatán se fortalecerá, con sus decisiones verticales inspiradas en una época de presidencialismo que México debería haber superado. A menos que haya sorpresas: que la mala gestión de la pandemia resulte tan insoportable para la sociedad, que ello se refleje en un desencanto importante con la 4T. O que la Fiscalía muestre plenamente su autonomía y que, junto a la Estafa Maestra, también persiga las estafas alumnas.