No vueles a París ni a Nueva York

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bernardo Bolaños *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Según la revista TimeOut, presente en 333 ciudades en 59 países, las mejores ciudades desde el punto de vista de la oferta cultural son: Ciudad de México, Praga, Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Atenas, Edimburgo, Viena, Madrid, Florencia y Melbourne.

¿Es la capital mexicana tan grandiosa en términos culturales? Sí, por sus museos de arqueología mesoamericana, de arte popular y de surrealismo (Frida Kahlo), sin olvidar otras colecciones importantes de pintura universal (Soumaya), arte contemporáneo (MUAC, Jumex) y un largo etcétera difícil de abarcar con un solo adjetivo. Además, está la gastronomía tradicional y los nuevos chefs con muchas estrellas.

Si Londres y Roma no están en esta lista de las primeras 20 ciudades, en términos culturales, es porque entraron Edimburgo y Florencia. Sólo una urbe por país. París fue relegada al 11º lugar tal vez para hacer enojar a los franceses, porque sigue cerrada la catedral de Notre Dame y por sus altos precios.

Si estás ahorrando para pasar unas vacaciones en una gran ciudad del extranjero, considera mejor quedarte. Los vuelos internacionales contaminan mucho, aunque pagues para descontar la huella de carbono de tu pasaje. Aunque agregues al costo de tu boleto unos 350 pesos para “compensar” tu vuelo trasatlántico, estás pagando principalmente para liberarte de la culpa. Las compañías que ofrecen conservar las selvas tropicales no son completamente efectivas.

Se acaba de publicar en la revista Science un estudio que sugiere que más del 90% de las supuestas “compensaciones de carbono” no logran cumplir con lo ofrecido. Reforestar la selva tropical no es un negocio sencillo. Aunque las empresas certificadoras rechazan estos resultados, el artículo les ha costado la cabeza a algunos altos ejecutivos. El riesgo es que las personas sigamos volando, pero ya ni siquiera paguemos por, al menos, tratar de compensar nuestra huella de carbono. Lo mejor es abstenerse de vuelos frívolos.

La joven activista Greta Thunberg nos pide no compartir en las redes sociales fotos de lugares exóticos, porque contribuimos a que la gente viaje en avión. No es sorprendente que Greta haya experimentado depresión a los 11 años, cuando le decían en la escuela que la situación del planeta era gravísima, pero su mamá cruzaba el mundo en avión para encerrarse en exóticos retiros de yoga.

Para darse una idea de lo que significa volar: Platón tenía 5 esclavos al momento de morir; viajar en avión equivale a usar la fuerza de un millón de esclavos. En La República, el filósofo griego describe que los atenienses más ricos tenían máximo unos 50 esclavos. El jet set contemporáneo, es decir, las élites que viajan en jet, también esclavizan a millones de personas del sur global, de manera indirecta. Centroamericanos, africanos y otros residentes de regiones tropicales abandonan sus parcelas y tratan de viajar al norte por la falta de agua y las altas temperaturas que genera el cambio climático.

La Ciudad de México está lejos de ser la Atenas del siglo XXI, pero mientras no hayamos visitado todos sus museos, no deberíamos ir al Louvre, al British Museum o al Prado.

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