Carlos Olivares Baró

Los arpegios de Schubert

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Olivares Baró
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Lo saben mis dos hijas, mis dos hermanas y también está informado el poeta Raúl Ortega Alfonso —el único hermanito que tengo: él me escribe poemas en la madrugada de la Playa del Carmen y me los manda con una paloma mensajera que su hija Izumi dibuja en los cuadernos escolares—. Sí, ellos conocen mi testamento. No pido mucho: cuando me incineren, quiero estar acompañado de los tres volúmenes de la Poesía Vertical, de Roberto Juarroz; del ejemplar de la edición cubana de Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas; y de la partitura —regalo de una novia pianista— de la Sonata para Arpeggione y Piano, de Franz Schubert.

Arderán conmigo: serán parte de la pavesa de mi cuerpo carcomido por las llamas. “El corazón empieza bajo tierra, / pero acaba en tus labios y los míos. / La muerte entonces duda en las cornisas / y una convalecencia de ojos largos / desprende las arrugas del temblor”: Roberto Juarroz. / “La luna baña a la muerte que casi parece una estrella blanca, centelleando en mitad del patio. La muerte levanta más los brazos como en un gesto de liberación total”: Reinaldo Arenas.

Y Schubert en aullidos que dialogan con el espejo: alucinaciones empinadas en rutas del esplendor del alba. Y Schubert en un chorro de clamores perpetuos: hebras de un misterio abarcador que escala en las máculas intermitentes del horizonte. Y Schubert otra vez —antes, muy antes— en el compás de un río que avanza coronado por la alegría burbujeante de la trama peregrina de su tránsito. Schubert en las alegorías, en los sigilos, en los alfabetos, en los signos, en los calendarios. Schubert dice el fulgor. Franz Schubert.

Sonata en la menor para Arpeggione y Piano, concebida por Franz Schubert en noviembre de 1824 en Viena. Única composición trascendente para el arpeggione. Gracias a esta pieza, se recuerda a este instrumento de cuerda frotada, también conocido como “guitarra-violonchelo” o “guitarra de amor”, inventado en Viena en 1823 por Johann Georg Stauffer. Dicen que el compositor estaba muy afectado por las dolencias del estado avanzado de la sífilis que padecía, amén de las habituales etapas depresivas que lo acechaban.

Me sumerjo en las tres secciones: Allegro moderato, Adagio, Allegretto. Primer movimiento: exposición del motivo melódico por el piano, que luego el arpeggione retoma para dar paso a un refulgente tema con aires de danza. El arpeggione protagoniza la exposición en repeticiones que terminan en las mismas conjugaciones iniciales. / Segunda parte (adagio): piano que acompaña a una armonía de lieder en fugacidades que anuncian el allegretto final a través de cadencias expresivas en apelación de los recursos del arpeggione. / Último capítulo (alegretto): rondó escrito en 2 por 4, de máxima exigencia y presteza para el ejecutante del arpeggione desde concordias de gran virtuosismo técnico. Colofón que añade coloridos acordes y anuencias de frondosas exaltaciones melódicas, armónicas y rítmicas.

Schubert restañando heridas. Schubert habitante de un crespúsculo ascendente. Schubert en la desnudez del aluvión. Schubert peregrino de arqueos tristes. Schubert habitando el deseo de los ecos: infinitud de una cadencia insólita: arpegios transitivos del amor. 

Sonata para Arpeggione y Piano / Schubert
Sonata para Arpeggione y Piano / Schubert
Sonata para Arpeggione y Piano / Schubert
  • Artista: Rostropovich /Britten
  • Género: Cámara
  • Disquera: Decca